Patética lección

Los recientes terremotos de Haití y Chile constituyen una dolorosa lección y abren una serie de interrogantes, que deben ser consideradas por las autoridades pertinentes de nuestro país, muy proclive a desastres naturales.

Según expertos en la materia, las fuentes sísmicas identificadas mantienen alto riesgo en extensas zonas y en muchas ciudades, grandes y pequeñas, del Ecuador, incluso en Quito, a lo que se suma el peligro de erupción de volcanes, deslaves, inundaciones, incendios, etc.

Ante esta serie de amenazas naturales, que ojalá no lleguen a producirse, cabe preguntarnos, ¿estamos preparados para afrontarlas? Tienen la palabra el Gobierno, las Municipalidades y, en especial, la Dirección Nacional de Gestión de Riesgo y la Defensa Civil.

Ningún país, por avanzado que sea o por atención que preste a la furia de la naturaleza, está en capacidad de evitar sus aciagas consecuencias, pero sí de amainarlas. El mejor ejemplo es lo acaecido recientemente en Chile y Haití. En el primer caso, el sismo alcanzó la magnitud de 8,8 grados de la escala Richter, es decir uno de los más fuertes de la historia y el número de víctimas se aproxima a mil, en su mayoría causadas por un tsunami que no fue advertido a tiempo. En cambio, en Haití (7,4 grados) superan los 220 000 muertos y miles de edificios y viviendas quedaron destruidos. La diferencia se atribuye, básicamente, a la calidad de las construcciones y a la planificación pre y postcatástrofe. Desde luego, han surgido muchas falencias, de las que hay que sacar experiencias positivas.

Las réplicas registradas en nuestro país son una advertencia de que en cualquier momento puede ocurrir aquí algo grave, ante lo cual es necesario que se arbitren, con la debida oportunidad, las precauciones que aconsejan los técnicos, comenzando por aleccionar a la población sobre cómo debe actuar en emergencias de esta especie. Es un gran esfuerzo que puede resultar vano, infructuoso, pero fatal, imperdonable en caso de que suceda alguna catástrofe y no se hayan tomado a tiempo medidas preventivas. Los terremotos y otros desastres no pueden pronosticarse, pese a los avances científicos, y más vale prevenir que lamentar.

En nuestro caso, la vulnerabilidad de la gran mayoría de las casas es preocupante, pues en la ciudad y en el campo no se cumplen las normas de antisismicidad que establece el Código de la Construcción. Los Municipios y más organismos correspondientes deben exigir el estricto cumplimiento de dichos requisitos de seguridad.

Para tranquilidad de los geofísicos, santa Mariana de Jesús vaticinó que Ecuador no desaparecerá por efecto de los terremotos sino por los malos gobiernos' No precisó si se refería a aquellos de la oscura noche neoliberal o al de la revolución ciudadana'

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