Frente a situaciones complejas y difíciles, la tendencia generalizada es encasillarse en respuestas rápidas y fáciles; casi de cajón. Alivian o disimulan la tensión y eluden enfrentar al astado por los cuernos. Esto sucedió cuando sorpresivamente la vicepresidenta de la Unión Europea, Catherine Ashton, manifestó la preocupación de la entidad por la situación de las libertades y derechos humanos en el Ecuador, principalmente en el ámbito de la libertad de expresión.
Estas reacciones y repuestas primarias salieron por diferentes lados. Se llegó a sostener que tales expresiones eran resultados de un ‘lobby ‘exitoso de los bufetes de abogados internacionales para la defensa del caso El Universo y otros similares. No se dejó de lado que era una réplica a nuestras extrañas amistades y contertulios con potencias internacionales que han sido marginadas o bloqueadas de la geografía europea. Tampoco podía faltar, en el lado oficial de la Cancillería o la Presidencia de la Asamblea, la categórica reivindicación de la soberanía del Estado Nacional a la usanza del siglo XIX.
Pero también hay opiniones, explicaciones o hipótesis de otra índole. No tan profundas como las anteriores y quizás más especulativas. Entre ellas se destaca la que privilegia un hecho muy significativo como es que la inquietud europea es la primera que transita un carril diferente a la de la solidaridad internacional por los atentados contra la libertad de prensa en el Ecuador. Ya no se trata de la SIP, la WAN, la Relatoría de la Comisión Interamericana, o Periodistas sin Frontera. Ahora la novedad la configuran los estados confederados en la Unión Europea. Por eso fue explicable la reacción de los grandes e históricos diarios de los EE.UU como el New York Times, el Washington Post, el Miami Herald o Los Angeles Times antes de la primera pero fallida audiencia en el caso de El Universo; pero lo de la UE vino después y en otro contexto, como es el nivel crítico de las relaciones económicas bilaterales entre Ecuador y la confederación del Viejo Continente; máxime, cuando se preparaba la visita del Canciller a Bruselas en un nuevo intento de reanudar las negociaciones. En consecuencia, apelando al argot boxístico, se trató de un golpe al plexo solar.
El mundo europeo está muy tenso por la crisis económica y políticamente todos los días se despiertan indagando cómo amaneció el Oriente Medio y en escaramuzas en que se entretiene Irán. Ya no son los tiempos en que había que evaluar las relaciones entre Cuba y la URSS en los estertores de la Guerra Fría, o mucho más atrás, cuando la tercera posición de los países neutrales encabezados por el mariscal Tito o Nerhru se distanciaban y se acercaban con sagacidad e inteligencia a los dos bloques que pretendían la hegemonía del planeta. Ahora los tiempos son diferentes y la exigencia de la inteligencia geopolítica es mucho mayor; por eso, no declaremos todavía la guerra al Reino Unido .