En una de las esquinas congestionadas de Quito: “Lento… hijo de p… no ves que ya se puso verde”“Verde te voy a poner los ojos… caso soy tu hermano… enano infeliz”.
En el bus a todo volumen el reggaetón y con una velocidad infernal: “Frene un poquito señor chofer”…, “bájese rápido gordita… hará ejercicio”…, “rápido … rápido… abuelito… traerá bastoncito… que no tenemos todo el tiempo del mundo…”, “chofer… por qué no recoge a los estudiantes pequeños”, “Vea joven… sentadote…dele el puesto a la señora embarazada…”.
En el colegio: “Chicos… chicas… silencio… pongan atención… silencio… siéntate Juan… No molestes a Marcela… Profe… el Santiago está jodiendo… Bueno… ante la falta de atención… lean de la página 45 a la 50. Mañana prueba. El que no lee cero…”.
En la casa: “No obedeces mis órdenes …Esta será hora de llegar…. Esto no es un hotel…vago… sinvergüenza… solo con los amigotes o en los juegos electrónicos…”.
Entre confundida y acongojada, Tatiana comenta su experiencia en la última reunión del consejo académico de su institución: “Intento explicarme… es muy probable que no me hice entender. Seguramente fue mi tono. O mi mala interpretación del momento que vivía el grupo. La verdad que después de mi intervención los colegas por poco me sacan a patadas de la reunión. El pacífico y viejo amigo que la dirigía perdió la cabeza y algo le faltó para lanzarme una maceta. El joven Phd, dueño de la verdad y emparentado con el poder fue el más agresivo…”.
Miles de pequeñas historias y testimonios que se suceden todos los días en todos los ambientes, así como investigaciones recientes (Observatorio de la Niñez), hablan de un incremento de la violencia en la vida cotidiana de los ecuatorianos y ecuatorianas. La calle, el bus, el hogar, el establecimiento educativo son los escenarios más frecuentes. Los niños, niñas, jóvenes y adultos mayores son los que más sufren los maltratos ¿Qué nos pasa?
El insulto, la burla, el apodo, la sanción, el golpe, la indiferencia son expresiones de unas relaciones de poder asumidas como “normales” dentro de una vieja cultura patriarcal, autoritaria y maltratante que viene desde la Colonia y que no ha sido desmontada hasta el momento.
Múltiples son las causas del incremento del maltrato, entre otras las condiciones económicas y de vida injustas, la ninguna o mala educación, la asfixiante situación de la movilidad en las grandes ciudades y la consciente o inconsciente actitud violenta de muchos padres y madres, docentes, choferes, gerentes, directores, comunicadores y, sobre todo, líderes políticos.
En el país se mejoran varias condiciones materiales de vida (eso es bueno), pero estamos lejos de revertir aberrantes formas de relación social. El respeto, el acuerdo, la democracia, el diálogo, la tolerancia son objetivos a alcanzar por todos.