Hace 400 años comenzó en el seno de la monarquía inglesa la evolución de las instituciones políticas que dieron origen al sistema democrático. John Locke esbozó la teoría de la separación de poderes y en Francia la desarrolló Montesquieu. Luego nacieron los partidos para competir por el poder con el sufragio, que fue restringido hasta ser universal.
La base social del sistema fue el pueblo receptor de doctrinas difundidas por sus líderes, para que mediante el voto elija a quienes lo representen en Parlamentos o Congresos.
Por eso, la primera forma soberana se llamó Parlamentarismo pues de entre los diputados se elegiría a quien ejerza el máximo poder político. Gran Bretaña, hasta ahora, practica el régimen monárquico-parlamentario bipartidista, mientras que Nueva Zelanda, Canadá, Alemania y Austria viven el pluripartidismo, y sin monarquías son estrictamente regímenes parlamentarios.
Ya en el siglo XX, Europa vio crecer una segunda modalidad para ejercer el poder. Fue Mussolini en el período de 1922 hasta 1943 quien abrió la etapa del fascismo italiano como único y excluyente. Hitler siguió ese esquema en Alemania con el partido obrero nacional-socialista desde que llegó al poder en 1933 hasta su muerte en 1945. España instauró el partido “Falange” en 1938, transformado en “Movimiento Nacional” al fin de la guerra civil. Franco murió en 1975 y se estableció la monarquía parlamentaria.
Con la base doctrinaria marxista-leninista continuó el partido único para garantizar la estabilidad política. Bautizada como Dictadura del proletariado, fue ejercida en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas desde 1917, a través del Partido Comunista. Ese esquema fue aplicado por los países europeos situados detrás de la “cortina de hierro” después de la II Guerra Mundial, que incluyó la mitad del territorio alemán. Ese sistema socialista se derrumbó en 1989 con la caída del muro de Berlín.
La tercera modalidad, llamada del partido dominante, se apoya en los fundamentos del Fascismo y del partido Comunista. Fue en la década de 1950 cuando dentro del régimen pluralista-doctrinario, un partido demostraba más fuerza de sufragios sobre sus contendores. En Suecia llegó al poder la tendencia socialista y en Italia, la democracia cristiana en competencia con el partido comunista.
Mientras tanto, en Alemania Federal el viejo partido social-demócrata rivalizaba con una remozada democracia cristiana.
En América Latina la experiencia del partido dominante, no único, tiene una larga historia en el Peronismo argentino, en el Socialismo Bolivariano de Venezuela, en el Sandinismo de Nicaragua, en el Populismo de Bolivia y ahora en el partido Alianza País del Ecuador.
Son regímenes camuflados bajo el manto de la democracia que obtienen votos a expensas del concentrado ejercicio del poder.