Esta es una semana de marcha indígena y paro nacional. Nuevamente, la Conaie y el FUT vuelven a ser protagonistas principales de la vida nacional. Nuevamente, las carreteras y plazas del país se transforman en escenario de protesta. Y Quito, su gente, nuevamente, se apresta a recibir a los a los marchantes y a vivir otra jornada de movilización.
Todo ello devuelve nuestra memoria a las décadas de los ochenta y noventa cuando los sectores sindicales y el movimiento indígena, junto a la clase media quiteña, ocuparon las calles de Quito con una agenda que se centró en dos temas fundamentales: la plurinacionalidad y la resistencia al ajuste neoliberal.
Esta experiencia demostró que cuando estos tres sectores se unen, la amplitud de su convocatoria, la legitimidad de sus demandas, la fuerza simbólica de su articulación, no puede ser resistida por ningún Gobierno.
Finalmente, todos los presidentes de turno cedieron frente a ella y en el Ecuador el ajuste neoliberal quedó a medias y el país se abrió a la plurinacionalidad y a convertirse en una sociedad mucho más incluyente.
Hoy muchas cosas han cambiado pero la confluencia de los tres sectores mencionados volverá a repetirse esta semana, por primera vez desde el inicio de la revolución ciudadana.
Viviremos el episodio inicial de una corriente de convergencia que seguro se profundizará en los próximos años. Ya no están sobre el tapete las demandas de las décadas pasadas, sino un conjunto mayor de reivindicaciones que apuntan en un tema central: la falta de democracia y la vulneración de derechos, la prepotencia del Gobierno, la oposición a un conjunto de enmiendas constitucionales que alteran el pacto de Montecristi.
¿Qué sucederá en los días venideros? A no dudarlo, los habitantes de Quito darán un caluroso recibimiento a los marchantes que vienen del sur. Igualmente, simpatizarán y se sumarán de las más diversas formas al paro sindical.
Poco a poco, en esta semana se irá fraguando un ambiente de convergencia que definirá el escenario social y político sobre el que se marcará la ruta electoral hacia el 2017. Allí, el pueblo de Quito, esa clase media quiteña que hace pocos días fue ofendida por el canciller subrogante, cuando la calificó de violenta, será otra vez un actor político central. Y los quiteños, tanto los de nacimiento como los de corazón, tenemos una forma muy peculiar de asumir nuestra capitalidad.
A diferencia de los bogotanos, limeños, paceños, etc. no nos movilizamos solamente para reclamar demandas locales, obras para la ciudad, sino que asumimos una responsabilidad más amplia sobre temas nacionales. Y lo hacemos con firmeza y determinación. Esa ha sido una cualidad constante de los habitantes de nuestra ciudad; cualidad no reciente, sino que nos viene desde tiempos coloniales.
Por todo eso el Gobierno está preocupado. Y tiene toda la razón de estarlo. Se agotó la propaganda y hoy la realidad se decanta sola. Ya ocurrió con Yachay y así seguirá una cascada de verdades hasta ahora ocultas. Mientras tanto, los indígenas se aproximan a Quito y los quiteños abren las puertas de esta ciudad que es de todos los ecuatorianos.