París, mayo de 1968. Madrid, mayo de 2011. En ambos eventos los protagonistas son jóvenes, porque la juventud está inconforme. Una sociedad sin juventud rebelde corre el peligro de enfermarse. Los jóvenes son fuerza y arrojo. Son indomables, algo influenciables. La juventud es idealista y reformista, ¡es vida! “Juventud divino tesoro / ya te vas para no volver / cuando quiero llorar no lloro / y a veces lloro sin querer” (Rubén Darío, Poema de otoño). Este verso puede ser la expresión de la nostalgia que se siente cuando de joven no se hizo lo que se debió hacer.
Cuando la juventud protesta, hay que oírla. Cuando una generación reclama es porque esta en peligro su futuro por intereses mezquinos de ciertos mayorcitos. La juventud actual que sale a las calles, para que no le callen, es la más preparada de todas las épocas, pero seguirán siendo hijos de familia por la falta de puestos de trabajo. ¿Acaso los dirigentes han tenido tanto acceso a la cultura e información como lo tiene la gente de entre los 16 y 24 años de edad?
Los jóvenes de hoy, que reclaman un futuro digno, no es una “generación perdida” como la calificó el ex Presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan. Existen viejos que son más jóvenes que ciertos universitarios, como Stephane Hessel (de la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial), de apenas 93 años de edad, que arenga “a los jóvenes para que luchen contra la apatía existente y haciéndolo de forma pacífica. La peor actitud es la indiferencia”.
La lucha de los jóvenes que se extiende por el mundo es contra la pérdida de derechos (acceso al trabajo, libertad de expresión; vida digna, seguridad). La “bronca” es también por la incertidumbre en completar el tiempo suficiente para alcanzar una pensión de jubilación en edad madura.
Lo que se oye en España son voces que cantan contra la indiferencia de los dirigentes. La juventud despertó y dejó de ser mera espectadora para convertirse en actora, haciendo valer su papel protagónico. Ella será la que viva en lo que deje la clase gobernante, que no ha sabido estar a la altura de los tiempos.
Lo que sucede en España es similar a lo que ocurre en Ecuador, donde funcionarios han ahorcado el futuro, para vivir un presente de algarabía y jolgorio a costa de incertidumbre en próximos años.
Bienvenida la propuesta y protesta de los irreverentes jóvenes que viven y sienten más que los cuerdos políticos que están borrachos de poder y vanidad, quienes malgastan el dinero y matan la esperanza. No crean condiciones para vivir dignamente; ni siquiera logran mantener lo que hasta hace unos años se tenía.
París del 68 fue la estocada final de De Gaulle. Madrid 2011 parece la de Zapatero. ¿Quién sigue?