Es posible que en relación a la superficie, Venezuela sea el país más dotado de recursos naturales en todo el mundo, si no encuentra millones de barriles de petróleo crudo, halla miles de metros cúbicos de gas natural, o descubre yacimientos de hierro y también de aluminio y así por este mismo orden.
Pero a la vista de las penosas noticias que de allí brotan, resulta inevitable preguntarse: ¿de qué le vale este caudal a su pueblo? Claro que con la expresión criolla bien característica que acuñara durante las recientes campañas electorales, el candidato opositor Henrique Capriles, los “enchufados”, es decir el pequeño grupo de los favoritos del presente Régimen -el chavista y el posterior a Chávez-, hay que distinguir a los mencionados quienes disfrutan de los privilegios, y al resto de los habitantes del país.
En naciones ancestralmente injustas, estas diferenciaciones son siempre indispensables, si se quiere alcanzar una visión objetiva de la realidad. Por ejemplo las larguísimas “colas” de angustiados compradores, los fenómenos de la escasez y el desabastecimiento, los avatares de la bélica ‘economía de guerra’, aluden a casi todos, pero no matemáticamente a todos.
Y por supuesto esos sesudísimos análisis, informes y estudios que la última época se han llenado más bien de referencias optimistas, deben experimentar la misma diferenciación.
De esta suerte cuando se mencionan los altos precios de las materias primas, los balances de pagos, de presupuesto, de comercio, de reservas monetarias, siempre hay que preguntarse por los beneficiarios, ya que de otra forma las visiones pueden volverse engañosas hasta el extremo. Con lo cual además el panorama ya no se reduce solo a Venezuela, donde acaso el fenómeno sea más hiriente, sino que adquiere ribetes continentales.
Y entonces hay que atender a Bolivia, pero además al Ecuador, al Perú, la Argentina -en torno a ciertos rubros-, etc., etc. De hecho la paradoja más notable se concreta ahora en la bondad de algunos “indicadores” económicos y sociales, mientras que en el telón de fondo, mucho menos alentador, subsisten factores como el analfabetismo funcional, la escasa inquietud cultural, la falta de vivienda digna, la carencia de servicios necesarios, la extendida violencia, los tentáculos ominosos de la delincuencia, el irrespeto a los derechos humanos, la ineficiencia burocrática, y naturalmente el narcotráfico y la denominada trata de personas, así como la depredación irresponsable de la naturaleza.
Talvez el único remedio de amplitud total consista en la armonización entre lo que se dice y lo que se hace; en sólidos y vibrantes partidos políticos a modo de fiscales permanentes de la realidad, con el objetivo de que la reflexión ciudadana no se limite solo al discurso de barricada, sino que se encarne con fuerza irrevocable en la vida cotidiana de los pueblos.