El Papa y Cuba

Catorce años después de que Juan Pablo II visitara Cuba generando a la vez esperanzas de cambio y temor, ahora lo hará Benedicto XVI. ¿Algo ha cambiado? Sí, es otra generación, pero el mismo gobierno, hoy presidido por Raúl Castro. La diferencia es que ya no hay esperanzas. La dictadura insiste en un modelo totalitario, condenado al fracaso, brutal e improductivo, maquillado con algunos vestigios de propiedad privada.

No obstante, todos ganan y pierden con la visita papal. La dictadura busca legitimidad y demostrar que el gobierno es tolerante con cualquier país o institución que no cuestione el modelo político. Pero Raúl tiene alrededor fuerzas contradictorias: unos pocos que rechazan la presencia del papa, frente a una mayoría reformista deseosa de enterrar el comunismo. Remover ese avispero no conviene. Lo está haciendo.

A la Iglesia Católica le sucede algo parecido. La Iglesia quiere, en primer lugar, divulgar la fe y predicar el cristianismo, que la dejen enseñar y le permitan tener órganos de comunicación para participar en el debate social.

En segundo lugar, como buenos cristianos, se horrorizan del sistema, pero dentro de la jerarquía eclesiástica cubana también existe una exacerbada división. De una parte están el cardenal Jaime Ortega y algunos obispos dispuestos a ejercer la compasión con las víctimas, sin tratar de eliminar las causas, a cambio de aumentar su influencia, mientras otros obispos y religiosos, más los laicos muy comprometidos --las Damas de Blanco-- saben que es inútil alimentar ancianos desvalidos y pedir piedad para los presos enfermos, sin cambiar el modelo político causante de la pobreza y del terror que mantiene las cárceles llenas y a las turbas apaleando a los demócratas.

La solución no es un alivio parcial del mal, sino erradicarlo por métodos pacíficos.

Para la oposición democrática, por último, la visita papal es una oportunidad única de hacerse oír. Durante 48 horas el mundo, mediante centenares de periodistas e importantes medios de comunicación, pondrá sus ojos en Cuba.

Por eso las Damas de Blanco han pedido al papa un minuto, solo uno, para que las conforte, como vicario de Cristo en la tierra, porque sufren mucho, les pegan, las encarcelan y vejan constantemente, y para entregarle un video donde explican, muy claramente, las tribulaciones que padecen los cubanos.

Simultáneamente, otros disidentes, totalmente desesperados, criticados por algunos de sus compañeros, han comenzado a tomar iglesias, como se ha hecho en varios países de América Latina. Esos recintos son espacios mínimos de libertad y allí pueden manifestar sus denuncias, al menos por un rato.

Supongo que Benedicto XVI regresará al Vaticano más confundido de lo que llegó a Cuba. Suele pasarles a quienes viajan a esa isla. Habrá que exorcizarla.

Suplementos digitales