Algo -talvez muy poco- sabemos realmente de religión. Estudiamos 12 gratos años La Salle y nos sentíamos un poco rivales del Colegio San Gabriel, pese a que los dos son católicos, regentados por los hermanos cristianos y por los jesuitas. Luego pasamos -y leímos 60 minutos al día- libros durante cuatro años en la Biblioteca Municipal de Quito. Sumando todo nos informamos más o menos respecto a la importancia y trayectoria de la Compañía de Jesús y su “Papa Negro”. Teníamos -y mantenemos- en la mente la idea de que se trata de la orden más importante del catolicismo mundial. La más polémica también. Con esos antecedentes nos sentimos sorprendidos al máximo cuando las informaciones sobre el nuevo papa -Francisco Primero- mencionaron que no solo se trata del primer pontífice latinoamericano sino del primer papa jesuita. ¡El primero! Acudimos de apuro a nuevas lecturas.
Sí. Por aquí una nota dice que los jesuitas han sido “líderes intelectuales del catolicismo”. Su historia comenzó en 1540 y su primer Jefe (denominado General de la orden) fue el vasco español Ignacio de Loyola, un ex militar que se unió a otros seis personajes que compartieron su idea de conformar una orden religiosa bien organizada, estricta, casi castrense, apta para el perfeccionamiento de los católicos, dispuesta a enfrentar con ciencia, con valor y con energía a los adversarios, llámense incrédulos, protestantes, camaradas o dictadores militares. Actualmente son 17 637, entre sacerdotes, estudiantes y hermanos. En 1965 eran 65 mil.
En el Ecuador estuvieron muy pronto, desde 1586, fundando planteles de primera, como el Colegio San Luis -luego San Gabriel- y la Universidad San Gregorio -hoy Universidad Central-. Igualmente, emprendieron negocios mineros o textiles bien planeados. Entre sus obras constan la iglesia de la Compañía, la gran biblioteca Aurelio Espinosa Pólit, la calificada Universidad Católica y seis planteles más. Durante la Colonia, España les expulsó en 1797 y se fueron también de Quito y alrededores. En 1852 les sacó del Ecuador el presidente liberal general José María Urbina.
Bien. Pero ¿por qué nunca hubo -antes del nuevo pontífice Francisco I- un papa jesuita? En buena parte porque ellos fueron renuentes, desde que incluyeron en sus votos “obedecer totalmente al Papa”. Lo interesante es que los cardenales se acordaron el miércoles de los jesuitas cuando necesitaron un personaje que afronte los problemas intensivos de la Iglesia de hoy. Nada menos que poner orden en la Curia Romana, frenar al Opus Dei, limitar el celibato sacerdotal, diálogo con el mundo contemporáneo, abusos con los niños, corrupción vaticana, incluyendo los temas económicos. ¿Para esto y algo más escogieron al sencillo y aparentemente bonachón cardenal de Buenos Aires pese a ser jesuita? Increíble.
Suerte, Francisco I.