¿Palabras en ocaso?

Revolución: futuro y retorno. El porvenir es la expresión predilecta del tiempo cíclico, proclama el retorno de un pretérito arquetípico. La praxis revolucionaria -ruptura con el pasado cercano y reinauguración de un pasado antiguo-.

Y el sentido originario, vuelco del universo y otros elementos. Se trata, por tanto, de algo inmensamente más hondo con que lo asumen los políticos de una generación. Engels elevó a categoría suprema el ‘comunismo primitivo’ de Morgan, lo propuso como la etapa iniciante de la evolución humana. Comienzo y origen. Cimiento y simiente. Conclusión de las malas épocas y comienzo de una nueva. Revolución: una de las palabras que están siendo repensadas por filósofos y politólogos posmodernos.

La caída del Muro de Berlín marcó, simbólicamente, un punto de inflexión drástica, uno de los más fuertes de toda la historia. Viraje del período histórico en el ámbito planetario. Inicio de un formidable cambio de época. A partir de este hecho se desató una serie de acontecimientos, entre los cuales se destaca el derrumbe del marxismo como sistema actuante de ideas: arraigo y circulación de postulaciones en instituciones y sociedades. Lo ocurrido fue calificado como “cambio civilizatorio”. Nada es definitivo, si alguna vez pudo alcanzarse esta condición. Lo efímero es mucho más tangible en la edad que vivimos.

Mundialización: circulamos por la era de la transpolitización, esto es, grado cero de lo que fue la política. Política del marketing. Espejismos. Fuegos fatuos. Astutos manipuladores del telepromter y Wikipedia. Magnates caricaturales con ansia de culminar su exitismo desde el poder político. “En este entramado histórico -sustenta Eugenio Trías (La política y su sombra)- es absurdo que se siga hablando de ‘revolución’”. Lo propio ocurre con las palabras izquierdas y derechas. Su datación es mucho más antigua que el Foro de la Asamblea Constituyente, y como especialmente la palabra izquierda ha sido enarbolada por una legión de la bastardía política, está más erosionada. Víctor Alba zanja el tema sugiriendo se denominen “satisfechos e insatisfechos”, insinuación facilista.

Lo peor que puede pasarle al ser humano es el ridículo. Ridículos aparecen muchos de quienes pregonan ser ‘socialistas’ por estas épocas, humillando una de las más nobles utopías humanas de todos los tiempos. Maromeros. Cabriolas. Efectismos.

Sabelotodos que demuelen sus naciones con clichés y panaceas. Personajillos que pregonan poseer la palabra sagrada.

Neurópatas delirantes. Púgiles, cantantes o bailarines frustrados mimetizados en liderzuelos. La corrupción repta a sus pies, rodeándolos, hechizándolos, habitándolos. Ebrios de poder, no dejan nada que no sea el agua viciada en la que suelen verse: tristes narcisos. Tardos como son, nunca piensan que el poder es un mito y una realidad que se involucran y contrarían. Una espiral de actos y voluntades inmateriales que deambulan y se internalizan en el individuo y la sociedad, y que siempre se desvanece como una voluta de humo.

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