Columnista invitado
Si se hiciera un recuento de la cantidad de palabras al público pronunciadas por un presidente en toda la historia de Ecuador, lo más probable es que Rafael Correa se lleve el récord.
Alrededor de esa locuacidad y sus cajas de resonancia: propaganda, activismo de medios oficiales y oficiosos y coro de seguidores, el Gobierno creó para sí una realidad paralela a prueba de argumentos, hechos, datos, fotos y hasta videos.
Es un mundo irreal que lo acompañará hasta el final.No importa si frente a ojos y oídos surge un dato o una noticia que todos ven y oyen -al menos los que están dispuestos-. Siempre se puede inventar algo para rebatirlo y reafirmarse en su mundo, donde responsabilidades y culpas se esfuman sin atenuantes.
Así, las protestas y el descontento se reducen a simples tramas urgidas por la derecha y los infantiles izquierdistas. La detención de una académica extranjera es para protegerla de los malosos, los críticos son apenas cuatro pelagatos prescindibles, hay un diálogo político robusto, y el país, aunque nadie lo quiera ver, va muy bien a pesar de los problemas económicos.
Incluso para explicar temas internacionales se parte del mundo paralelo. Por ejemplo, el canciller interino Xavier Lasso declaró que el exceso de stock en el mercado petrolero y otros hechos que impactan hoy los “commodities”, no son los principales causantes de la baja de los precios del crudo, sino “una decisión política” de enemigos que apunta a “estrangular a modelos como los nuestros (Ecuador y Venezuela)”.
¿Quiénes decidieron tal ataque, cómo y dónde? Difícil responderlo.
La situación ecuatoriana y lo que viene en materia económica tiene responsables internos, aunque el relato del oficialismo lo niegue. A todas luces se despilfarró una riqueza jamás antes recibida con el argumento de que ahorrar era un asunto de neoliberales. Lo revolucionario era gastar, que es lo mismo que invertir -según el libreto verdeflex-. Pero invertir es otra cosa. De haberlo hecho de verdad, Ecuador no estaría en la actual situación.
Se pudo invertir en coberturas o seguros petroleros (como lo hizo México), reservas (como lo hizo Bolivia) o en planes de desarrollo social sustentables (Colombia). Nada de esto se hizo y hay responsables.
Que las palabras crean realidades paralelas es un hecho. En la literatura y en el arte suceden, igual que en otros ámbitos de la vida. En Ecuador, el oficialismo ha creado la suya, aunque la mayoría observe y entienda otra cosa.
Lo menos agraciado de este fenómeno es que entre la realidades construidas con pasión y mucho verbo y dinero, están la inquina y la revancha. Se ha creado a golpe de palabra, un clima de intolerancia y división.
Todo eso, lastimosamente, es hoy tan real como la crisis económica.
¡Tanto discurso para esto!