Palabra de América

Es muy grato escribir esta columna a propósito del artículo del singular editorialista don Fabián Corral, publicado el 14 de junio próximo pasado. Al anotar las impresiones causadas en él por una primera lectura del novísimo Diccionario de americanismos redactado por las Academias americanas bajo la dirección de don Humberto López Morales, secretario general de la Asociación de Academias, el escritor anota: “La lengua no es un catecismo definitivo ni dogma incuestionable, es, en cierto modo, un ser vivo”, palabras que hago mías.

El artículo critica ciertos errores localizados al hojear el diccionario. En mi calidad de académica coordinadora del trabajo del Ecuador me permito comunicar lo siguiente: el DA se trabajó desde la Real Academia de Madrid: comisiones de lexicógrafos enviaban a los países americanos, en minuciosos capítulos ordenados alfabéticamente, el conjunto de términos de toda América, para que en cada país se trabajaran señalando aquellas palabras en uso en la zona respectiva, se definieran las diversas acepciones, se corrigiera cuanto no correspondía al país, se enviaran términos no incluidos en las ricas listas, se pusieran las marcas correspondientes a cada lema: gramaticales, diatópicas, de niveles de lengua y de registros de habla; reveladoras de la intención del hablante y su valoración, etc. La Asociación de Academias trabajó con, al menos, un académico coordinador de cada institución y el aporte de becarios. En este trabajo de ida y vuelta resultaba imposible controlar la interpretación que los lexicógrafos pudieran dar, desde Madrid, a ciertos términos nuestros, a nuestras correcciones y observaciones, aunque es de justicia anotar que, en casos de dificultad, se insistía y se respetaba cuanto cada Academia sugería.

Culminé mi trabajo en la Real Academia Española, que fue sin pausa a fin de publicar en el plazo señalado por la Asociación y los auspiciantes, este maravilloso libro, el primero en la historia de las Academias. Ello influyó, y no poco, en la imposibilidad de hacer una nueva revisión. Sabíamos que esta primera edición tendría imperfecciones que lamentamos. Que el lector lea lo que ocurrió en el artículo relativo a nomenclatura monetaria del Ecuador, en el cual yo quise salvar para la historia idiomática nuestro querido sucre, y anoté su antigua división. Luego de su lectura, no caben más comentarios. Sí, en cambio, agradeceremos a cada lector, el envío de sus observaciones para la muy próxima segunda edición corregida y aumentada. Esta primera, resultado de un esfuerzo panhispánico, será para siempre una edición histórica, base de todas las futuras, lo que le añade méritos y la dota de una peculiar e irrepetible virtud.

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