Ya son 40 años desde que el venezolano Juan Pablo Pérez Alonzo calificara al crudo como el “excremento del diablo”. Es que para este experto petrolero, fundador de la OPEP, aquella substancia negra y viscosa que sale de las entrañas de la tierra se parecía más a la deposición infecta del mismísimo Lucifer antes que a lo que verdaderamente es: una materia prima que todavía es necesaria para que funcione el mundo.
Por los precios excesivamente altos que alcanzó por momentos, el petróleo se convirtió para Venezuela en una fuente de dinero fácil que facilitó el desperdicio, la corrupción y que produjo también otro excremento, esta vez político: el populismo.
Ahora que la caída del crudo ha puesto al descubierto la fragilidad de la economía y ha hecho más visibles los errores y abusos cometidos por la administración pública es tiempo de empezar a pensar un Ecuador sin petróleo.
Prescindir de la lotería petrolera hará que los ecuatorianos empecemos, obligadamente, a pensar en un país orientado a vivir de nuestras propias capacidades. Por ejemplo, podríamos impulsar actividades productivas con un componente altamente tecnológico, como el desarrollo de ‘software’; u otras altamente creativas como el diseño (de vestimenta o artículos en general).
Para escoger correctamente esa nueva “matriz productiva” –como se rebautizó pomposamente a lo que por décadas se llamó sustitución de exportaciones– habría que tener en cuenta dos elementos: que sean actividades intensivas en mano de obra, para que generen empleo; y que la inversión de riesgo inicial sea baja, para que la barrera de entrada a esa actividad no sea alta.
Si bien es cierto que el próximo Gobierno deberá dedicar gran parte de sus esfuerzos a estabilizar la economía y resolver la maraña de problemas que deja este Régimen, será indispensable encontrar un espacio en la agenda nacional para llegar a un acuerdo sobre el modelo de crecimiento que deberíamos adoptar para las siguientes décadas.
Si no hacemos este ejercicio de concertación, más temprano que tarde caeremos presa de un nuevo populismo, alimentado por un nuevo ‘boom’ de una nueva industria extractiva como la minería, por ejemplo.
Blindarnos del ciclo político populista que crean aquellas industrias es una responsabilidad ineludible que tendrán quienes tomen la posta del poder en las nuevas elecciones.
Si no logramos aquello, el país seguirá de tumbo en tumbo, política y económicamente hablando, con el riesgo de convertirnos en sociedades inviables, fracturadas para siempre.
El caso venezolano es, en ese sentido, dramático. Cuando ese país halló petróleo creyó haber encontrado el pasaporte para el bienestar eterno. Hoy sabemos que pasarán décadas hasta que el país de Bolívar pueda salir del estado de postración en el que se encuentra.
@GFMABest