El cierre de esta renegociación de la deuda en bonos podría representar un cambio estructural en el país. Ojalá así sea, porque ese cambio sería el equivalente a pasar de la adolescencia a la adultez.
La adultez no debe ser entendida como la “amargura sin nombre de dejar de ser niño y empezar a ser hombre” como lo dijo Medardo Ángel Silva a inicios del siglo pasado, sino el momento en que se empieza a “proceder según [..] el sentido común”, en palabras del mismo poeta.
Porque un país tan pequeño como el Ecuador y, sobre todo, tan dependiente del resto del mundo, no puede mantenerse en constante pelea con los mercados financieros internacionales y la única manera de evitar eso es reconocer nuestras obligaciones y presentar transparentemente nuestras limitaciones para poder cumplirlas. La adultez viene acompañada de responsabilidades. Aceptarlas, y cumplirlas es una muestra de que se está madurando.
En realidad, un país como el Ecuador debería estar en paz con todo el planeta y usar sus buenas relaciones para crecer y mejorar el bienestar de su población. Tenemos que tener claro que vendiéndonos entre nosotros y comprándonos entre nosotros nunca llegaremos lejos.
Pero este artículo quiere hacer énfasis en la buena relación con el mercado financiero y en las oportunidades que pueden abrirse ahí para los países “adultos”, sobre todo, las ventajas que vienen para el sector privado de un país cuyo Gobierno muestra seriedad en el cumplimiento de sus obligaciones.
Porque ahora que ya tenemos un acuerdo con la parte más cara de la deuda pública (los bonos) y se está avanzando en reprogramar lo siguiente más caro (la China), además de buscar un acuerdo con el mayor grupo de los restantes acreedores (los multilaterales), todo indica que la imagen del Gobierno ecuatoriano en el extranjero podría mejorar significativamente.
Esa mejora debería permitir que el sector privado ecuatoriano pueda volver a financiarse en el mercado internacional, algo que abre interesantes opciones.
Las empresas medianas podrían conseguir créditos directamente en el extranjero, a tasas menores a las que obtienen en el país, con lo cual traerían algo de competencia al mercado financiero local. El mismo sector financiero podrá acceder a mejores líneas de crédito en el extranjero, un tema muy conveniente para un país dolarizado.
Y por qué no soñar y esperar que las empresas ecuatorianas puedan emitir obligaciones y, siendo optimistas, emitir acciones en bolsas extranjeras. Finalmente, las empresas colombianas, peruanas y chilenas lo vienen haciendo por años. Claro que esos países llevan más de 20 años sin gobernantes proclives a los berrinches infantiles.