Decir erróneamente que las FF.AA. y el gobierno recurren a la institucionalidad para lograr la razón, es no entender lo que significa institucionalización. Pensar que hay separación de funciones, que no hay concentración de poder y que se entrega a las instituciones políticas la mediación y solución de problemas es desconocer la realidad. Igualmente con una provocación incesante a las FF.AA. se pone en jaque a las instituciones legales, mediante la disyuntiva amenazante de considerar al presidente como la máxima autoridad “militar”, en actos que no son del servicio, o salir del gobierno.
No solamente que hay una des institucionalización que no admite llegar democráticamente a la razón, sino que está vigente un “pretorianismo oligárquico”, pero no el comúnmente relacionado con el intervencionismo militar sino el que concibe Weber, cuando las autoridades no deducen su poder de las leyes constitucionales, sino únicamente de su autoridad suprema supuestamente agredida, desolada por la drástica reducción del apoyo político electoral.
Como las FF.AA. alcanzaron el máximo de credibilidad en las encuestas, por su servicio a la sociedad; la Asamblea en apoyo obsecuente al Ejecutivo, no fiscaliza su proselitismo en el interior de la Institución militar, ni respeta la Ley Orgánica de la Defensa, que exige al ministro de Defensa entregar informes técnicos de las FF.AA. para cumplir con las reformas exigidas por el Ejecutivo.
Hay oligarquía en el pretorianismo de la revolución porque en esta forma de gobierno el poder supremo está concentrado en manos no del Estado Ecuatoriano, sino del “estado”, interpretado como grupo burocrático, organizado que se encarga de la conducción política de la nación. Por esa razón se quiere crear con el Libro IV, una Dirección de Protección de Personalidades con regencia de un cuerpo civil armado, de tipo paramilitar, con capacidad de comandar al Comando Conjunto de las FF.AA. La explicación de este pretorianismo oligárquico, no es únicamente una cortina de humo, es algo más contundente, como la falta en el país de recursos económicos y humanos para un modelo fracasado que dizque trata de poner al ser humano sobre el capital, su ausencia o falta de liquidez, ha abandonado y ha aislado al país. Ha provocado un fracaso en la movilización humana, hastiada de propaganda y se ha acrecentado la división social, por abandono a sus proyectos histriónicos y percances como el precio del petróleo y el terremoto agravados por la imprevisión, mientras ubica al país cada vez más alejado de la dinámica internacional.
Sin embargo, bajo amenazas, insultos y un discurso iracundo erosiona cada vez más su autoridad, al margen de las leyes siguiendo el modelo Hobbesiano de la revolución ciudadana, o del “Estado cuartel”, como la máxima autoridad militar del país.