‘Hay momentos en la vida en que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando”. La frase es de la escritora Julia Navarro y le corresponde a uno de los personajes de su novela ‘Dispara, yo ya estoy muerto’, en la que narra la historia de dos familias, una judía y otra palestina, que durante siglos se vinculan a pesar de las diferencias religiosas y políticas que las rodean.
La obra tiene el mérito enorme de relatar una historia íntima envolviendo al lector en los orígenes y trasfondos del conflicto palestino-israelí, sin que se trate de justificar a ninguno de los bandos, ni que la autora pretenda explicar el problema desde su propia óptica.
Luego de los últimos ataques de Israel a la Franja de Gaza, recordé el libro de Julia Navarro y volví a hojearlo, y entonces me topé con la primera frase, la que cito al inicio de esta columna, que probablemente encierra todas o ninguna de las explicaciones que pudiera tener este conflicto.
Durante estos días de ataques continuos se han confirmado 90 víctimas mortales, casi todas civiles, y entre ellas al menos 22 niños.
Del lado de Israel se reporta el impacto de cerca de 100 cohetes diarios lanzados por las milicias palestinas y que han tenido como objetivo poblaciones cercanas a Tel Aviv y Haifa. El detonante del reciente conflicto fue el asesinato de dos palestinos por un policía israelí mientras festejaban la Nakba o Catástrofe, como los árabes llaman a la fundación de Israel en 1948.
Días después del crimen, tres jóvenes israelíes fueron secuestrados en las inmediaciones de Hebrón. De inmediato, Netanyahu acusó a Hamas del secuestro de los jóvenes y montó el operativo “Volved hermanos” para rastrear y rescatar a los secuestrados. En los primeros días del operativo fueron detenidos 400 palestinos y dos murieron alcanzados por disparos de las Fuerzas de Seguridad de Israel. Un poco más tarde, un joven palestino fue quemado vivo en las inmediaciones de la franja.
El 30 de junio de 2014 se hallaron los cadáveres de los tres jóvenes israelíes. Como respuesta, el 1 de julio, Israel inició los brutales bombardeos a Gaza. Por su parte, Hamas se atribuye el lanzamiento de cohetes hacia distintas ciudades de Israel.
Cada vez que se desatan nuevas batallas en la zona, se escuchan distintas posiciones que condenan a unos u otros según la óptica desde la que se quiere mirar el problema. Están los que acusan a Israel de una alianza imperial para destruir al mundo árabe; y están aquellos que tildan a los palestinos de terroristas. Sin embargo, desde el humanismo, solo hay una forma de mirar el conflicto: solidarizándose con la tragedia de miles de familias palestinas y judías que, cada día, entierran a sus seres queridos derramando lágrimas dentro y fuera de Gaza.