Columnista invitado
Indignación, pena y tristeza por el comportamiento humano. Desolación y rabia por el hecho de no poder hacer nada. Desgarradoras las imágenes del acorralamiento y ataque a la casa donde se encontraba el disidente venezolano Óscar Pérez (léase, y acompañantes). Una tragedia que debe ser analizada en el contexto mundial de los derechos humanos y que solo refleja la subjetividad y el menosprecio con se maneja el destino de los seres humanos. Es un horror el asesinato de Óscar Pérez. El dictador y tirano de Maduro debe responder por este crimen.
Pero frente a este hecho atroz, hay que analizar con profundidad el trato discriminatorio que se da, en un mismo continente, en países vecinos, a los terroristas.
No sé si a Pérez se lo pueda calificar de terrorista pero lo que sí sabemos es que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC) es el grupo terrorista (hoy reconocido ya como partido político) más cruel y violento que jamás haya conocido el continente americano.
Indigna que para asesinar a Óscar Pérez se haya hecho un montaje propio de una guerra mientras que para los guerrilleros de las FARC, se hayan puesto a disposición aviones privados, hoteles de lujos, cenas de gala y se les haya otorgado beneficios que superan cualquier película de fantasía y que incluyen no solamente recursos económicos sino que también incluye representación en el Congreso colombiano.
Mientras a Óscar Pérez lo mataron sin que haya asesinado a una sola persona, a los asesinos, torturadores, violadores y secuestradores de miles de personas los elevaron a ciudadanos VIP.
Nadie podrá explicar estas injusticias y la indolencia e indiferencia de quienes se consideran líderes políticos y espirituales es nauseabunda.
Hay quienes dirán que Venezuela y Colombia son dos países diferentes y que por lo tanto el manejo de la situación es distinta. Es verdad. Pero también es cierto que las vidas humanas, tanto la de Óscar Pérez como la de centenas de miles de víctimas de las FARC, son igual de preciadas, igual de importantes; son iguales. El problema, entonces, recae en quienes están en el poder y en su miserable visión de la justicia y del valor del ser humano.
Óscar Pérez representa hoy en día al ciudadano común que quiere revelarse, enfrentar con su vida al dictador, al tirano, al opresor, al que se cree dueño del país y de su destino.
Miserables los asesinos y los torturadores. Miserable la ley humana que no hace justicia sino que ridiculiza aún más la naturaleza y la bondad del ser humano al punto de hacer de esta vida una caricatura diaria. A esto hemos llegado. Ya no sabemos distinguir a los héroes de los villanos. Es posible que Óscar Pérez no haya sido un héroe y que mereciera la cárcel pero de ahí a que lo acribillen a balazos existe un abismo tan grande como el de un agujero negro. Ya lo dijo Dante, “Tras vuestros daños vendrá el llanto originado por un justo castigo”.