El optimismo de la solidaridad

Columnista invitado

Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), la empatía es la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”, o en otra acepción, el “sentimiento de identificación con algo o alguien”.

Hace muy poco nos enteramos que Ecuador resultó ser el país más empático del mundo, una excelente noticia que recorrió el planeta y fue recogida por medios de comunicación internacionales tales como la CNN o la BBC.
En concreto, los ecuatorianos obtuvieron esta valoración a raíz de un estudio que realizaron tres universidades estadounidenses, en el que se encuestó a más de 100 mil personas de 63 países, y que arrojó que en Ecuador los habitantes tienen capacidad de ponerse en el lugar del otro, conectando emocionalmente con las experiencias y necesidades del “otro”.

En otras palabras, la tan mentada solidaridad del pueblo ecuatoriano que ha quedado en evidencia en tantas oportunidades durante los últimos años.
Después de Ecuador, le siguen Arabia Saudita, Perú, Dinamarca y Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo.

El estudio determinó asimismo que hay una relación positiva entre el valor de la empatía y el valor de la auto-estima, tema en el que la Revolución Ciudadana concentró sus esfuerzos y trabajó fuertemente desde que asumió, a través de la generación de empleos, de la inclusión y de una transformación cultural.

Y, evidentemente, la recuperación de la dignidad de la patria ecuatoriana ha coadyuvado a profundizar esa empatía que hoy los caracteriza.

El Presidente Rafael Correa ha expresado en relación a esta noticia: “¡Que nos roben todo, menos la esperanza!”. La esperanza colectiva de progresar que surge del propio pueblo ecuatoriano y que se ve plasmada en actitudes cotidianas, como las conmovedoras muestras de solidaridad durante el terremoto en Manabí, por citar solo una. La alegría de saber que esa cualidad que cada vez se valora más, abunda en Ecuador.

Sin dudas, el reconocimiento merece ser celebrado y recordado.

Más allá de lo que quieran hacer creer los mariscales de los fracasos del pasado que hoy pretenden volver, y los agoreros del presente que agitan las banderas del pesimismo, los ecuatorianos saben cómo ponerse en el lugar del otro, y esa conexión es sin dudas esencial para la construcción de un proyecto de país, sin el cual, no hay desarrollo equitativo e inclusivo posible.

Más allá de a quién le toque gobernar Ecuador a partir del año que viene, lo que ya no puede discutirse es la calidad y solidaridad de su gente y su predisposición a escuchar y ser sensible a las aspiraciones y necesidades de sus compatriotas. Probablemente esa empatía constituya una parte esencial de lo que significa el “Buen Vivir” en el que tanto hizo hincapié el gobierno.

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