No me querrán mis amigos que militan en la llamada “oposición”, pues dirán que cualquier intento que realizan por estructurarse y consolidarse, es severamente criticado por personas como yo. Y es que alguien muchos años atrás me dijo inteligentemente que uno al ejercer este rol de analista y de observadora externa de los fenómenos, no puede convertirse en un “hincha” similar a los del fútbol, que de manera ciega mira los acontecimientos en la cancha, las más de las veces, sin pensar críticamente en la actuación de su equipo. Es por esto y para intentar contribuir a la construcción de un sistema que se aproxime más a una democracia, que uno está en la obligación de señalar las falencias y aciertos de ambos lados del espectro.
Pero hay una razón aún más profunda que esa para señalar los vacíos y las inconsistencias del discurso opositor. Y esto tiene que ver con señalar un rasgo determinante de nuestra idiosincrasia y de esa cierta incapacidad para llegar al meollo de las cosas por medio del análisis agudo y la autocrítica. Esa es en parte una de las razones por las que las élites y la más rancia de las oposiciones falla una y otra vez. Miran lo acontecido en los últimos casi 7 años y lo juzgan como “hinchas” bajo un prisma miope y a momentos reduccionista al juzgar a Correa como un caudillo populista y nada más. Son incapaces de sopesar ciertos avances positivos de política pública y de entender que en muchas áreas un aparato burocrático mejor engranado entrega resultados mejores que en gobiernos pasados. Subestiman los logros alcanzados por este proceso y sobre todo miran por encima aquel quiebre fundamental que implica que millones de ecuatorianos ahora se sienten parte de un sistema, y que antes no se sentían parte de nada. Existe poco análisis y aún no han podido contestar la pregunta de ¿cómo llegamos hasta aquí? Y ¿cómo construir un modelo que potencie lo positivo y remueva el poder sin límite? Al no llegar al corazón de fenómeno político que vivimos, la “alternativa” que se pretende forjar, no llega a ser alternativa alguna. Porque no se puede criticar el modelo personalista del correísmo, y construir agrupaciones políticas, que igualmente giran alrededor de una persona, porque no se puede criticar los niveles de confrontación y violencia verbal utilizados por el Presidente, y a continuación caer en exactamente en lo mismo. Porque este modelo está tan bien montado, que se necesita afinar las críticas y construir algo verdaderamente diferente, y para ello, los membretes son insuficientes.
La premura electoral no puede implicar que las cosas se hagan a la rápida. Se necesita más introspección, menos pensamiento grupal e hinchas y muchas más ideas de fuera de la caja .