La farra de la noche anterior había sido espectacular, y cuando el hombre abrió los ojos, no se sentía especialmente mal. Pero el instante en que se levantó de la cama, un insoportable dolor de cabeza le sacudió como un rayo. Es culpa de la cama, pensó.
Furioso tomó su cama y la rompió en pedazos, para luego quemarlos en una improvisada fogata. Mientras miraba las llamas, sintió que había hecho algo más poderoso que un exorcismo, se sintió tranquilo y alegre, pero el dolor de cabeza no bajó ni un milímetro. Es más, empeoró. Es culpa de la fogata, se dijo a sí mismo, y corrió a apagarla. Pero la jaqueca era cada vez peor. Es el agua que usé para apagar la fogata, fue su siguiente idea, y corrió a secar lo que había lanzado instantes antes.
Pobre hombre, no se daba cuenta que lo que estaba sufriendo no era más que un simple y común chuchaqui o resaca o ‘guayabo’, como quiera que se lo llame, resultado de la espectacular farra de la noche anterior. La culpa de su dolor no la tenía ni la cama, ni la fogata ni el agua. La culpa era de la farra, aunque más específicamente, era de él, que la noche anterior decidió tomarse hasta el último trago en la fiesta.
Y es que demasiadas veces se cree que los síntomas son el problema y no se busca las verdaderas causas de nuestras desgracias. Así, las dificultades económicas que está viviendo el Ecuador no son por culpa de la reducción del gasto público (que ya ha caído en 12% en lo que va del año), no son por culpa del Fondo Monetario, ni siquiera son por culpa del bajo precio del petróleo. La culpa está en no haber tomado las precauciones adecuadas en los últimos ocho años, cuando era evidente que, tarde o temprano, el precio del petróleo iba a caer. La culpa es de la irresponsable farra.
La riqueza petrolera que el país tuvo entre 2007 y 2014 (ajustada por precios, inflación y producción) fue equivalente a la riqueza petrolera de los 28 años anteriores. O sea, el valor del petróleo producido en el país entre 1979 y 2006 fue equivalente a lo producido en estos ocho últimos años.
La suma del gasto del Gobierno en los mismos ocho últimos años (también ajustada por inflación) fue equivalente a la suma de su gasto en los 29 años anteriores (1978-2006 fue equivalente a 2007-2014).
Y mucha de esa plata se fue a importaciones, porque nunca hubo el ambiente para producir localmente: las importaciones del período 2007-2014 fueron equivalentes a los 30 años anteriores (1977-2006, siempre ajustando por inflación).
Pero la farra nos encareció: entre julio 2007 y julio 2015 el Ecuador tuvo una inflación acumulada de 45%, mientras que Estados Unidos solo tuvo 14%. Solitos nos encarecimos con un gasto público tan alto. Y encarecimos nuestra mano de obra: entre enero 2001 y enero 2007, los salarios crecieron 9% más que la inflación. Entre enero 2007 y enero 2015, crecieron 45% más. Buena farra, tremendo chuchaqui.