La Fórmula 1 (F1) se corre en Quito en las mismas calles, al máximo de pasajeros y entre automóviles, que, por puro susto, dejan que los monstruos les ataquen, poniendo en riesgo a los propios usuarios y a los demás. Las motocicletas, más ágiles, circenses, culebrean a su gusto. Los carriles de servicio del transporte público no importan y las veredas son libre pista para las motos, sin importar si es contravía o no.
Los agentes de tránsito se unen, iluminados y sonoros, veloces siempre, pero no para controlar a los infractores, sino solo para hacerles calor, poner emoción a la carrera diaria y, si no, para pararse en las veredas en grupos de hasta cuatro o cinco y con inmensa tranquilidad aguzar la vista para los mensajes de celular. Ya el tráfico en Quito, sea por el clima, sea por la propia geografía, es una carrera de obstáculos para el peatón, para el ciclista, que, a veces se une a los motociclistas para serpentear con arte entre autos, no sin antes causar sorpresas.
Los antes mencionados, motociclistas de profesión, buses de transporte público y escolar y, quienes deberían controlarlos o, por lo menos dirigirlos, causan suficiente molestia y peligrosidad. La pregunta clave es: ¿La Ley es para todos? El libretín de reglas existe solo para un selectísimo grupo, los conscientes.
Está probado, en el párrafo anterior y en lo que vemos a diario, que la Ley es para algunos: los conductores de automóviles, que, sin duda, también a veces se toman sus libertados y hacen del tráfico un infierno sin solución. Pero los mayores culpables son la débil Agencia de Tránsito, los buseros desalmados y los irresponsables motociclistas. Los dos últimos no respetan ni Ley ni orden. Pero, ¿por qué nadie hace nada? ¿Por qué los agentes, impávidos, cuales invitados de lujo a la gran F1, ven las carreras de buses en el carril que más les convenga para vencer al de su propia especie en la ganancia de pasajeros y no los envían a su lugar y multan de alguna manera? ¿Por qué le echamos la culpa al clima, a la estrechez y longitud geográfica de Quito? Porque ninguno de estos factores pueden responder mientras que los agentes deben y tienen que responder a su capacitación y a quien los dirige. Porque la cantidad de motociclistas que hacen lo que quieren sobre calles y veredas, casi todos, con sus válidas excepciones, terminarían encarcelados por sobrepasar la velocidad permitida, andar en contravía y usar las aceras como calles. Porque, los conductores de buses, que, además, con la venia del supremo, pretenden un alza del pasaje sin importar la vida de sus pasajeros ni la comodidad de los mismos y menos aún la sobrecarga de humanos tratados como sardinas en lata, saben el poder que tienen en sus manos y lo utilizan como cucos que espantan a todos.
¡Qué increíble! Aunque en algunos temas estamos despertando del temor que paraliza, dejándolo de lado para poder progresar, la ley del más grande, del más fuerte, del más poderoso o veloz, aún prevalece en el día al día del tránsito de Quito.
María Cárdenas R. / mcardenas@elcomercio.org