La Corrida de la Libertad en la Plaza de toros Santamaría el 22 de enero, la primera en casi cinco años, desde que Gustavo Petro, un alcalde populista y resentido que gobernó Bogotá durante cuatro nefastos años, sucesor de un gobernante anterior todavía peor, Samuel Moreno Rojas quien afortunadamente ya fue juzgado y condenado por uno de los mayores escándalos de corrupción de su época, fue una demostración de la barbarie de los mal llamados “anti taurinos”.
Ese domingo un cielo azul transparente, sin una nube, como los cielos quiteños, iluminó la capital de Colombia, después de semanas de lluvias y cielos grises y pesados, embarazados de tormentas.
La Plaza Santamaría relucía como una taza de plata, recién remodelada, pues en los años de la prohibición populista no solamente se cerraron sus puertas, sino que la saquearon totalmente… baños, ladrillos, enchufes, mosaicos, destrozando el museo taurino que guardaba la historia y los recuerdos de más de un siglo de tauromaquia…
Los aficionados fueron colmando el recinto en orden, respeto, emoción, protegidos por los cordones de seguridad de la policía . Ambulancias, carros de bomberos, Cruz Roja. Dispuestos en sus alrededores. Al interior se vigilaba constantemente cualquier movimiento sospechoso.
Un cartel taurino de primera se confeccionó. Roca Rey, El Juli y Luis Bolívar, lidiador colombiano que está en la cúspide de su carrera . Indescriptible la emoción al entonar las estrofas del Himno Nacional y recogerse durante el minuto de Silencio en homenaje a los que ya no están.
Afuera se escuchaban los alaridos. Los insultos, el pavoroso ruido de las papas bombas. Un helicóptero sobrevolaba el recinto. Al interior los ‘olés’ profundos que salían de miles de gargantas. Ovaciones. Orejas. Faenas impecables. Instantes que quedarán para siempre en las retinas.
La salida fue el caos. Muchos aficionados fueron víctimas de pedradas. Golpes violentos. Escupitajos. Empujones y vejaciones. Un amigo mío sufrió fractura de mandíbula. Mujeres agredidas con saña…
Lamentable que un espectáculo de minorías se convierta en campo de batalla con fines políticos y en manifestaciones de odio, resentimiento y violencia. Las corridas de toros, otra los aficionados, constituyen un arte. Una pasión. Estamos lejos, muy lejos de ser asesinos ni torturadores. Exigimos respeto y cordura. Ya en Quito destrozaron sus fiestas al mutilar las corridas. No queremos que en Colombia suceda lo mismo.
Invito a unirnos, aficionados de Ecuador, Perú, Venezuela Colombia y México a defender nuestros derechos. Que el resentimiento y el populismo agarren otro chivo expiatorio y ¡nos dejen en paz!