Al uso indiscriminado y odioso de “las” y “los” que agreden al idioma, se suma -desde que se aprobaron reformas al Código Penal y se persiguió a los que denuncian y acusan- el supuestos y el presuntos. En los textos -Constitución incluida- y los discursos, se menciona el, las y los tantas veces, que su abuso lo hace tedioso y provoca sentimientos que oscilan entre la risa y la indignación por el mayúsculo atentado contra la lengua española.
La equivocada creencia de que esa es la manera de equiparar a hombres y mujeres, les hace un flaco favor. Las mujeres no necesitan de este absurdo, que provoca más rechazo que apoyo. Un pedagógico escrito de una profesora de instituto público español lo ilustra. “Y ahora, la pregunta: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son “periodistos”), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el telefonisto, el masajisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto y, sobre todo, ¡el machisto!”
También sucede con las noticias sobre los actos delincuenciales. En una crónica sobre los procesos que se siguen por los sobornos de Odebretch, en una extensión de media página de un diario se utiliza el supuesto en 13 ocasiones y el presunto en 10. Al no llamar por su nombre a quienes son sindicados por actos de corrupción o delitos en general, se agrede a la transparencia y se pone en duda el buen nombre de otros. La presunción de inocencia no puede llegar al extremo de que quienes son pillados con las manos en la masa no sean señalados como lo que en realidad son, delincuentes que abusan de los fondos públicos, o asaltantes y criminales. Los videos de la paliza de un desadaptado a una mujer son “una supuesta agresión”. Los fajos de billetes en la vivienda de un funcionario público son un “presunto” acto de corrupción. La inicua sentencia de responsabilidad coadyuvante en el caso de El Universo lleva a que medios, periodistas y columnistas cuiden al extremo los términos que utilizan. La prudencia, la seguridad, la insinuación, sustituyen a la franqueza y claridad y así la información y la opinión se castran y se sustituyen por una mezcla de cuidado, protección e hipocresía.
Que el nuevo año nos encuentre llamando al pan pan, al whisky whisky –según memorable frase de Jorge Salvador Lara en el pedido de enjuiciamiento al presidente Carlos Julio Arosemena-, y a los ladrones, ladrones.
Columnista invitado