El viejo no es sabio por ser viejo. El joven no es rebelde e innovador por ser joven. Hay viejos que mueren sin haber comprendido la vida, ni comprometido con nada. Hay jóvenes cansados y ultraconservadores. Hay viejos que son más jóvenes que muchos jóvenes. Hay jóvenes más viejos que muchos viejos. Pero sí hay jóvenes, en edad y espíritu.
La sabiduría no es una improvisación; es una esforzada construcción de largo aliento, que se la hace desde la más temprana edad hasta llegar a cosecharla cuando las canas copan la cabeza. La sabiduría es producto de los años. Pero no de unos años banales o serviles, sino de unos bien sufridos y trabajados. La sabiduría se la hace día a día, puliendo con humildad la piedra en bruto, desde el ímpetu juvenil hasta la pausada y firme marcha del cuerpo añoso, intentando siempre no perder la perspectiva de la realidad, la condición de seres humanos comunes y corrientes, con derrotas y triunfos, sobrellevando tristezas y no dejándose embriagar por el poder.
No llegaremos a sabios, si no nos disponemos a hacer lo que predicamos, a vivir acorde con nuestros principios, a no claudicar los ideales frente a cualquier tentación de figuración o fácil acumulación de lujos y poder.
Pocos llegan a ser viejos sabios. Pero más aún, contados son los que, además de sabiduría, desbordan energía y desenfado juvenil. Son viejos sabios y jóvenes a la vez. Por fortuna para los ecuatorianos, uno de esos seres extraordinarios está vivo. Es el doctor Julio César Trujillo.
A sus 84 recién cumplidos (Ibarra, 25/03/1931), el doctor Trujillo, con sus conocimientos, alegatos, documentos y consejo, está junto a la expresión política juvenil más avanzada del país, los Yasunidos, que promueve el proyecto de vida, contemporáneo y estratégico, más importante del Ecuador, relacionado con la defensa de la naturaleza. Pero, adicionalmente, está desde hace mucho con las causas de los marginados, con las de los trabajadores, con las de los runas.
Además, el doctor Trujillo, dejando la tranquilidad y comodidad de su hogar y que su edad demandan, se le ve en radios, calles y plazas liderando, rompiendo el miedo, y validando con su presencia, una protesta social criminalizada.
La poderosa imagen del doctor Trujillo es la de un verdadero revolucionario: sencillo, incorruptible, honesto e inteligente; que sin haber sido marxista, sino un exconservador que abrazó la Teología de la Liberación, con su ejemplo, empequeñece la presencia de muchos que se dicen “socialistas”, que “cantan” al Che Guevara, pero que por prebendas se han puesto al servicio del poder que dijeron combatir.
Doctor Julio César Trujillo, usted está en las páginas más destacadas de la historia de nuestro pueblo. Homenaje a los sabios y luchadores anónimos, mujeres y hombres, que usted representa.
Milton Luna Tamayo / mluna@elcomercio.org