“El poder y la ley”, “Izquierda: ley y justicia” y “Hacia un Estado de Derecho” son los títulos de mis artículos más recientes (ver hemeroteca de EL COMERCIO). Responden a lo que para mí es una certidumbre: llegaremos al camino del progreso, a la convivencia en paz, tan solo cuando bajo los dictados de la razón y la conciencia en nuestro país impere la ley y así hayamos llegado a la justicia social. Un pasado de oprobio habría quedado atrás.
Como los razonamientos se producen en cadena llegué al punto en que tal transformación debía necesariamente iniciarse con la formación de los futuros jueces como una política de Estado. A las escuelas de Derecho ingresarían tan solo los mejores, los de mayor puntaje en el examen de evaluación de conocimientos y aptitudes de los bachilleres que pretenden ingresar a la universidad y que, actualmente, a Dios gracias, ya se realizan en nuestro país. Buen comienzo, a mi juicio. Por el sistema de acreditación tan solo quedarían escuelas de Derecho de elevados estándares. Para los mejores egresados, estudios de posgrado, financiados por el Estado, en el país o en el exterior, en campos prioritarios como el Derecho Penal.
Colombia es un país admirable. En investigación científica se le ve en el plan de superarle a la Argentina. La Universidad Nacional, tan venida a menos en décadas pasadas, hoy ocupa el primer lugar en el ‘ranking’ de universidades colombianas y no porque las otras se hayan quedado estancadas. Para mi asombro, y tiene relación con este artículo, a la Escuela Colombiana de Derecho Penal se la considera la mejor de nuestro subcontinente.
Por eso de que los razonamientos se producen en cadena se me dio por soñar: una poderosa Escuela de Derecho Penal hallaría el espacio liberal y limpio, sin sectarismos ni consignas, en la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB), Sede Ecuador. Los estudios de posgrado, vocación de la UASB, han apuntado a la excelencia y así han sido reconocidos internacionalmente. Ha honrado a nuestro país.
He formado parte de ese claustro desde su fundación, hace 20 años. La he visto, pues, crecer y desarrollarse, al calor de unos directivos de gran formación académica, liberales hasta más no poder en el ejercicio de sus funciones. Conscientes de lo que estaban construyendo: un centro de estudios humanistas, moderno y hasta con espacios físicos de gran estilo, con las comodidades necesarias para que sus docentes trabajen y produzcan, tranquilamente. Una meta realizada: el estupendo edificio en el que funciona la Biblioteca Eugenio Espejo, al presente una de las mejores del país en los campos de su incumbencia. En tal entendimiento me produjo estupor el acoso que se ha iniciado contra la ejemplar UASB, por entresijos que no se compadecen con la revolución del conocimiento, sin tonteras, en la que yo sí creo.