La noticia debió merecer grandes titulares: en Polonia triunfó, en las elecciones recientes, el partido Ley y Justicia, dirigido por la Sra. Szydio. Hay razones para creer que lo que se pretende en Polonia es implantar un sistema de gobierno con una justicia sin ataduras, la paz social como resultado del imperio de la ley, el camino al progreso. Aunque es jefa de un partido que se dice conservador, el pensamiento de la Sra. Szydio es de izquierda, sin duda alguna.
Pueblo traqueteado hasta decir basta el polaco. Al oeste, Alemania; al este, Rusia. Fronteras permeables a la presión de vecinos poderosos, en todos los campos, incluido el de las ideas, el de las ideologías. De ahí que en cuanto a creencias, como para sostener su identidad, católico, apostólico y romano el pueblo polaco. Durante la Segunda Guerra Mundial Polonia fue invadida primero por los nazis y luego por los comunistas. El colapso de la Unión Soviética le significó a Polonia recobrar la libertad. Una democracia liberal puesta en entredicho es lo que vino a continuación: rescoldos del totalitarismo nacionalsocialista y de esos dogmas marxistas-leninistas: la ley y la justicia, por ahí arrinconadas, condicionadas siempre por quienes ejercían el poder real, incluidos los boyardos de corte medieval.
¿Qué de sorprendente resulta que en Polonia hayan triunfado los que tenían hambre y sed de justicia? Las injusticias sociales, las inequidades palmarias son el producto de delitos sociales, amparados en la impunidad. Entre nosotros, el más claro ejemplo es el colombiano Uribe, representante de la derecha tradicional.
Sueño con una izquierda ecuatoriana que se constituya en portaestandarte del imperio de la ley, de la justicia para todos, independiente, sin ataduras.
Eso de las vacas gordas y las vacas flacas me tiene frita la sangre. Son los sabios de la Grecia, nacidos en el páramo y en la selva, los que todo cuestionan, con una desfachatez inaudita. Para mis adentros pienso que si cuando éramos “una isla de paz” nos caen las vacas gordas, ciertos banqueros y otras águilas se hubieran levantado con el santo y la limosna, dejándonos en cueros. Antecedentes no faltan.
Las elecciones del 2017 les tienen en ascuas, saltando de un lado al otro, a los políticos tradicionales. Quedarse sin oficio ni beneficio 4 años más, les resulta intolerable. Se les ve devanándose los sesos para dar con la piedra filosofal: un programa concreto de políticas con las que todos coincidan (!).
A la izquierda, según yo la concibo, no la veo mezclada con aquel aceite, pegajoso. Como soy optimista, a los hombres de esa izquierda los veo en el plan de ofrecerle al país un proyecto de convivencia social, bajo los dictados de la razón y la conciencia el imperio de la ley y la justicia. Hecho histórico sin precedentes. El progreso vendría por añadidura.