Premio Nobel y derechos del niño

Las expectativas que siempre despierta la decisión del comité que discierne los premios Nobel de la Paz han culminado en este año con una plena aprobación mundial, hecho que no suele ser común. Los dos elegidos, una joven paquistaní y un activista adulto de la India, han demostrado que comparten una meta justa y necesaria: la defensa de los derechos del niño y, dentro de ellos, los que se vinculan al logro universal de los beneficios de la educación. En su modo de obrar, los dos laureados revelan una capacidad de movilizar voluntades y una firme convicción en las metas que se han propuesto.

En lo que concierne a la todavía adolescente paquistaní Malala Youzafzai, la premiada más joven en la historia de los premios Nobel, su vocación ha sido la plena realización de un ideal educativo, que alcance especialmente a las niñas de su país. Ese afán se manifestó tempranamente hacia el final de su niñez, cuando sólo contaba 11 años y ella misma era una estudiante.
Sus buenos propósitos chocaban con el clima de miedo que habían impuesto entonces los islamitas talibanes en el valle de Swat.

Ella dio a conocer esa realidad a través de un espacio en la BBC y su valiente denuncia la hizo acreedora a un reconocimiento nacional concretado en un Premio por la Paz en Paquistán. Esa distinción provocó un cruel episodio de agresión por parte de los talibanes, que decidieron eliminarla. Para ello, irrumpieron un día en el ómnibus escolar en el que viajaba Malala y uno de ellos, luego de identificarla, le disparó directamente a la cabeza.

A pesar de la gravedad de la herida, la joven Malala sobrevivió y fue llevada a un hospital de Birmingham, Inglaterra, donde los esfuerzos médicos hicieron que finalmente se recuperara.

Satyarthi, la otra persona premiada, ahora sexagenaria, es un hombre inspirado en la concepción pacifista de Gandhi y ha venido luchando desde los 26 años contra el desamparo de niños y mujeres a quienes se obliga a vivir como esclavos en la actividad fabril de la India.

Para cumplir con su proyecto, Satyarthi, convertido en activista de los derechos humanos, abandonó el ejercicio de su profesión de ingeniero electrónico y se concentró en una campaña contra el trabajo infantil.

Con ese objetivo creó, en 1983, una organización no gubernamental denominada “Movimiento para salvar a la infancia”, que llegó a rescatar a 83 000 chicos que estaban sometidos a ese régimen de esclavitud.

Este ingeniero ha participado y liderado campañas internacionales que se oponen al trabajo infantil y buscan que la sociedad gane en conciencia de los graves problemas humanos que se plantean cuando predominan los objetivos financieros, al margen de toda consideración de los valores que deben respetarse en la infancia. Hay que tener en cuenta que se estima en una cifra cercana a los 170 millones el número de niños tratados como esclavos.

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