Siempre existirá en el imaginario colectivo un candidato “perfecto o ideal” para comandar una nación; en el Ecuador actual, además, ese candidato tiene otro adjetivo y se llama “el sucesor perfecto”. Hay que añadir que esta utopía pocas veces se concreta, pues esas personas carecen de las dotes maquiavélicas que suponen la cercanía o el ejercicio directo del poder.
Entre sus dotes, este ‘spiderman’ , además de una firme y no voluble personalidad, más simpática que carismática, será capaz de trasmitir cordialidad y seriedad. Es lejana o reacia a los extremismos y a la confrontación. Su oratoria no es maquilladamente convincente, pero lo compensa por estar desprovista de un carácter altisonante y pocas veces está dirigida a masas acarreadas a escenarios circenses donde el aplauso y los vítores son obligados a cambio de un estipendio o de mantener un puesto público. Desde el siglo XX el fenómeno es evidente en cualquier plaza o avenida, en un acto infame y denigrante.
Este candidato o personaje público si ha tenido referencia o parecidos en nuestra historia y entre los más notorios se registran los de Isidro Ayora Cueva, Galo Plaza Lasso y por elementos históricos y personales que en él se conjugaron, Jaime Roldós Aguilera. Sin llegar a la presidencia este caso de personaje también corresponde al Dr. Raúl Clemente Huerta.
En días pasados este “tipo ideal” pareció ubicarse en la figura del exvicepresidente de la República, Lenín Moreno, que en las pocas semanas que estuvo en el país, generó convulsiones en el más aburrido y temeroso de los escenarios políticos. Su protagonismo fue tan sensible que hasta obligó a que públicamente se le llamara la atención por parte de la guardia pretoriana por pretender ser ‘diferente’. No era una herejía, pero parecía una ofensa.
Su presencia, sus expresiones políticas dispares con las de los áulicos del gobierno, la llamada de atención y hasta su lamentable rectificación en el caso Bonil -aunque parezca paradójico- lo acercó al candidato perfecto a la sucesión en caso de que sea urgente y necesario.
Motivos suficientes para repasar la frase célebre del Gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”.
La presencia en el escenario electoral de Lenín Moreno puede llegar a ser gravitante si la situación económica ingresa en etapas aún más críticas que la actual, pues el proceso de la reelección presidencial indefinida estaría en peligro. En ese caso la receta de Vladimir Putin sería la más indicada: que el ministro Dmitri Medvédev -en el caso ruso- se haga cargo hasta su retorno, sin alterar las reglas constitucionales. Políticamente, la jugada puede llegar a ser perfecta, pues en las filas oficiales solo existen mimos o figuretes, incapaces de hacerse cargo del país que, a lo mejor en el 2017, vuelve a parecer inmanejable, a pesar de los tiempos revolucionarios transcurridos.
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