El plebiscito del 2017

Buena parte de este 2016 estará marcada por una doble incertidumbre: la difícil situación económica del país y las confusas señales políticas de sus principales dirigentes.

El Gobierno no ha logrado (o no le ha interesado) explicar con claridad el tamaño del problema económico, prefiriendo rechazar, de plano, el uso de la palabra crisis. Y sus últimas acciones (créditos con China, la operación del campo Auca por parte de Schlumberger, el diálogo con la banca o el anuncio del desmonte parcial de las salvaguardias) no perfilan un programa económico que, por ejemplo, garantice el fortalecimiento de la dolarización y el desarrollo productivo. Donde sí se ve una determinación es en el avance del acuerdo comercial con la Unión Europea.

La política cierra el año igual de incierta. Por fuera de la decisión del presidente Rafael Correa de no competir en las próximas elecciones y del interés de Guillermo Lasso por candidatizarse, el oficialismo y la oposición serán un foco inagotable de especulaciones.

Es cierto que las agendas electorales se construyen en gran medida sobre el factor sorpresa y los golpes de efecto. Por lo tanto, lo lógico sería que después del segundo semestre se hagan las principales revelaciones.

Lo que sí parece claro es que mientras Alianza País redoblará sus esfuerzos para trabajar por el candidato que el Presidente disponga, en la oposición habrá tantos candidatos como fuerzas políticas.

“Esa dispersión jugará a favor del Gobierno”, han explicado políticos y analistas, en las últimas semanas, advirtiendo una mayor probabilidad de que Alianza País, como tienda política fuerte, se asegure un nuevo triunfo en febrero del 2017. Sin embargo, la realidad económica del país convertirá las próximas elecciones en un plebiscito donde el pueblo premiará o castigará al Gobierno, sin que el papel de la oposición tenga una verdadera relevancia.

Así, es posible que haya una segunda vuelta pero con los candidatos que se arañen los últimos votos. Nuevamente, la improvisación.

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