El papa Francisco es muy de izquierda para los políticos de derecha y muy conservador para los políticos de izquierda; pero convoca muchedumbres que no han visto jamás ni la izquierda ni la derecha. Los políticos quieren estar cerca de Francisco y utilizan su influencia pero delatan cierto recelo.
Cuando los jefes de la Iglesia Católica eran italianos, la nacionalidad no era importante, pero desde que fue elegido un Papa polaco la nacionalidad se hizo significativa y su papel político, aunque indirecto, innegable. Para los argentinos que son nacionalistas, católicos, supersticiosos y apasionados con las figuras populares, el papa Francisco es todo.
“El Papa no mueve ni diez votos”, soltó el asesor político de Mauricio Macri, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, en la declaración más desastrosa de la campaña; sin embargo, Cristina Kirchner, que se llevaba muy mal con el cardenal Bergoglio, le visitó cinco veces cuando fue designado pontífice y logró fotos junto a un Papa sonriente. Macri, en cambio, ha sido incapaz de arrancarle al Papa la sonrisa que desea. Las relaciones entre el Vaticano y Argentina son un enigma.
Los partidarios de Macri suman quejas y aseguran que el Papa es peronista. No hizo una llamada de felicitación por la victoria; se mantuvo con cara larga durante la visita de Macri; envió un rosario hasta la cárcel para la dirigente kirchnerista Milagro Sala; no recibió en audiencia a la dirigente social Margarita Barrientos, partidaria de Macri; recibió en audiencia a la ultrakirchnerista Hebe de Bonafini; por último, hizo devolver una donación del gobierno del presidente Macri a la fundación católica Scholas Occurrentes.
Para entender las relaciones del Papa con Argentina hay que revisar algunos antecedentes. Tanto Kirchner como Macri tuvieron malas relaciones con el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio; los kirchneristas le hicieron la acusación maligna de que había sido cómplice de la última dictadura militar, aunque luego Cristina pidió perdón.
Macri, como jefe del Gobierno porteño, decepcionó a la Iglesia con dos temas sensibles: el matrimonio igualitario y el aborto no punible. La donación de 6 666 000 pesos, encierra también una maligna alusión. Ambos mandatarios han mostrado, pues, una ambigua conducta y un deseo de utilizar el valor político de la amistad con el Papa sin hacer concesiones ni acercarse demasiado.
De acuerdo con las explicaciones vaticanas, lo que el Papa trata de esquivar es el uso político del papado y, en el caso de la donación, evitar la tentación de la corrupción en la Iglesia.
En carta a los dirigentes de la fundación, el papa Francisco les aconseja que “sean apóstoles de un mensaje y no empresarios de organizaciones internacionales”, porque la misma fundación organiza partidos de fútbol con grandes estrellas para recolectar fondos.
lecheverria@elcomercio.org