En esta época no escuchar las palabras de los papas sería vivir en el mundo, pero no entenderlo. Muchas de las obras y ejecutorias impulsadas por Juan Pablo II cambiaron el planeta y concepciones políticas. Logró que dictaduras se derrumben. A Pablo VI le tocó dirigir la Iglesia en un momento en el cual los feligreses estaban acoplándose a los revolucionarios cambios en la liturgia implantados por su antecesor el Papa Bueno, hoy San Juan XXIII.
Francisco, el Papa del Fin del Mundo, con su sencillez está liderando reformas profundas dentro y fuera de la Iglesia Católica. Es admirado por gente de todo credo.
El gobernante de Ecuador ordenó a los asambleístas constituyentes de Montecristi pertenecientes a su movimiento político, la aprobación de la Constitución que hoy rige en todo aquello en que no le estorbe. Dispuso que en el artículo 1 se incluya un principio por el cual el Estado ecuatoriano sea laico. Laico, según el Diccionario de la Lengua Española, es definido como “independiente de cualquier organización o confesión religiosa”. Tan importante fue para el Mandatario el tema del laicismo, que en el artículo 3, número 4, se incorporó una disposición a través de la cual uno de los deberes primordiales del Estado es “garantizar la ética laica como sustento del quehacer público y el ordenamiento jurídico”. El laicismo es la doctrina que defiende la independencia del Estado, respecto a cualquier organización o confesión religiosa.
A pesar de la declaración del laicismo prevista en la Constitución, el presidente Correa expidió el jueves de la semana pasada el Decreto 663 en el que declara de “interés nacional la visita que el papa Francisco… realizará a la República del Ecuador”. Siendo Ecuador un Estado laico, es decir independiente de cualquier confesión religiosa, se emite ese decreto que rompe el principio del laicismo. Pero se olvida que la visita del Papa es pastoral (“que hace el obispo para inspeccionar las iglesias de su diócesis”).
El Ejecutivo conforma, a través del indicado decreto, un Comité Nacional que entre otras atribuciones tiene la de “planificar, programar, ejecutar la visita del papa Francisco”. Viaje que el Vaticano insistió era pastoral, pero el gobernante resuelve planificarlo y ejecutarlo. Además, el Estado, a través del Comité, dictará los lineamientos de “los planes, programas y proyectos relacionados con la organización de la visita del Papa”.
Francisco es un personaje universal. Es un líder que sin cadenas de televisión, si no con hechos y actitudes, ha roto barreras. Con palabras profundas y llenas de bondad ha unido a mucha gente de diversas religiones y tendencias políticas. Hoy, el que sabemos, en vez de imitarlo, busca arrimarse para beneficiarse con su presencia, y se olvida que Ecuador es un Estado laico.
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