Verdades de los niños

portiz@elcomercio.org

Nadie dice las cosas de forma más sincera, franca y pura que los niños. Ellos se expresan de manera directa, con las palabras sencillas que les da su incipiente vocabulario. Son lógicos en sus construcciones gramaticales. Los mayores, al contrario, suelen rebuscar los términos, los adornan para no ser bruscos u ofensivos. A veces son timoratos. Así por ejemplo en vez de decir, “me das un vaso de agua, por favor”, dicen, “Juanito (en diminutivo), no serás malito, me das pasando un vasito de agua”. Los niños, cosa más dulce en el mundo, pueden pinchar a los viejos en el sitio que más les duele, pero siempre con una sonrisa y la inocencia que les caracteriza su corta edad. Suelen decir verdades inmensas sin perder el resplandor en sus ojos, ni ruborizarse. ¡Son una maravilla!

En Ecuador todavía no tenemos un rey, pero proyectos parece ya están en camino.

Pepe Mujica dijo en alguna oportunidad que la reelección indefinida es como tener un monarca de gobernante. De ahí que un presidente (o un casi rey), debe escuchar a los niños cuando hablan, cuando los mayores les dejan expresarse, sin limitaciones de naturaleza alguna.

En los sistemas democráticos, y sobre todo en ciertas monarquías, se impulsa el crecimiento intelectual de los niños y la libertad de expresión de ellos. Hace pocos días, entre niños de escuelas españolas, se impulsó el concurso “¿Qué es un rey para ti?”. Una niña de Barcelona dijo: “Para mí nuestro rey es como el “pegamento” que une y mantiene unidas todas las piezas de un gran puzzle (rompecabezas). Todas estas piezas juntas forman una gran nación: España”.

Me dio una sana envidia leer este inteligente pensamiento. Pensé en los sábados y me dio más “saudade”, puesto que nuestro gobernante no actúa como el rey de la expresión de la niña española. Todo lo contrario, sus términos y vocabulario son tan duros que lo que hace es confrontar a los “unos versus los otros”. Los buenos son los unos (¡ya se sabe quiénes!), los malos… ¡es obvio! Un chico de Murcia dijo que el rey “tiene que ser el símbolo de la unidad y de la variada riqueza cultural de todas nuestras comunidades autónomas…”. ¡Aumentó mi envidia! Estas frases, y otras más que se presentaron en el concurso indicado, contienen ideas valiosas que buscan unir a todos los habitantes de la península Ibérica, no enfrentarlos.

Si este concurso se organizara en Ecuador con el mismo título, nuestros inquietos niños que escuchan los sábados las “dulces y confortantes” palabras del gobernante, escribirían frases sinceras, duras y por ello, aplicando eso de la majestad del poder, se irían castigados, ya no contra la esquina como en mí época, sino se les suprimiría la matrícula para estudiar, es decir, atentando contra los derechos fundamentales de la juventud.

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