Hace pocos meses, en un artículo de mi autoría, analicé que la indisciplina fiscal genera desórdenes en el campo externo y en el sector financiero. Opera la dolarización en una suerte de billar a tres bandas; es decir, si el gasto público es excesivo se presiona la balanza de pagos, los capitales que salen superan a los que entran, lo que reduce el medio circulante y la liquidez en la economía, situación que alienta la recesión económica y el desempleo. Así de simple es la regla, similar a aquella ilustrada por David Hume y por el mecanismo de ajuste del patrón oro. Si el precio del oro bajaba, la cantidad de dinero era menor, mejoraba la balanza de pagos y si había desequilibrio externo inicial el nuevo balance tendía a corregirse.
La semejanza con el problema actual es que de haber cautela en el gasto fiscal, similar a una baja del precio del oro, se reducirían las presiones cambiarias y, por tanto, mejoraría la liquidez de la economía. En otras palabras, sin orden fiscal no hay como mejorar la situación del sector externo, por lo que salvaguardias o restricciones para importar solo atenúan levemente el problema pero no o resuelven.
La evidencia para el 2015 es clara, el déficit comercial no se ha resuelto sino más bien ha empeorado como también el desbalance en la cuenta corriente.
Si el Gobierno adopta la iniciativa de Alberto Dahik sin eliminar todas las restricciones existentes como las salvaguardias, el impuesto del 5% a la salida de divisas y varios tributos excesivos para las importaciones, una alternativa que busca que las divisas de exportación se subasten para atender la demanda de importaciones, puede resultar en un remedio peor que la enfermedad. El Gobierno va a pretender manejar el stock de dólares del comercio exterior y en esta hambruna de dólares puede iniciar un proceso de tardanza en la entrega de divisas o uso de la liquidez en objetivos fiscales. El equipo económico es como un niño que no se percata de los riesgos, es casi como ofrecerle a esa criatura un revólver cargado para que juegue.
Ni siquiera la propuesta del Gobierno de alianzas público–privadas da paso a una participación activa del sector privado, peor se puede esperar en el manejo de la liquidez del comercio exterior. No es un sistema de incautación de divisas, puede desencadenar en él.
No hay nada más eficiente que un sistema simple de oferta y demanda de divisas, pues interponer discrecionalidad en este mercado puede degenerar en una suerte de oligopolio de dólares. Es más, conociendo la falta de prudencia oficial, un esquema de esta naturaleza puede abrir la ventana para hacer política monetaria y cambiaria, paradójicamente en una economía sin moneda propia. Aun sin timbre cambiario las restricciones para importar y el impuesto del 5% a la salida de capitales ya no tienen sentido. La recesión termina siendo el amortiguador natural de las importaciones porque simplemente se reduce la demanda.
Mauricio Pozo Crespo