El periodismo que necesitamos es el que ha empezado a despertar por obra de un sacudón de 7,8 grados en la escala de Richter. Todavía adormilado, desacostumbrado a moverse y a decir algo que no le esté permitido decir, el periodismo, sin embargo, salió este fin de semana con lo que tenía puesto para enfrentarse a la desgracia y traducir los hechos en información confiable; es decir, en paz mental para un país que sufre lo indecible.
Seguramente, en todas las redacciones la gente entra y sale, organiza y escribe, edita fotos o videos, locuta, busca el dato preciso… todas esas actividades que transforman el sinsentido de un terremoto en información, además de confiable, útil. Hay gente que está pasando por la angustia de no saber o sufriendo por tener el dato incorrecto. Y desde el sábado, somos millones los que estamos confundidos con toda la información (alguna, muy valiosa; otra, tendenciosa y/o innecesaria) que circula en las redes sociales.
Imaginemos por 10 segundos cómo estaríamos procesando esta tragedia sin la existencia de medios de comunicación independientes y profesionales (no sé ustedes, pero yo no aguanté ni cuatro segundos). Todo sería aún más infernal, porque quedaríamos a merced de inescrupulosos que dicen sandeces; de atarantados alarmistas; de gente bienintencionada que no tiene idea; de devotos de las teorías de la conspiración; de gobiernos que quieren que todos veamos a través de sus ojos (de sus intereses, de su comprensión del mundo, de su necesidad de que creamos que todo está bajo control).
Aunque aún no se hayan soltado del todo las amarras –ya vamos casi nueve años midiendo las palabras al milímetro para evitar una sanción–, por suerte el periodismo que necesitamos está despierto para hacer lo que el país necesita: informar profesionalmente.
Le duela a quien le duela, incluso con los defectos que tiene, el periodismo es un oficio indispensable para el funcionamiento de una democracia, porque es, a la vez, producto y creador de la sociedad civil (esa de la que el Presidente hablaba desdeñoso y con sospecha, en el Vaticano, horas antes del terremoto). ¿Cómo funciona un país sin sociedad civil? Es más, piensen otra vez por un instante en cómo estaríamos hoy si la sociedad civil no hubiera actuado por su cuenta para ayudar en la zona de desastre. Ahora no aguanté ni dos segundos.
Por suerte existe la sociedad civil y existe este oficio, con gente que por años ha construido redes de contactos y prácticas para contar con información precisa y oportuna en emergencias, que minimiza el caos y aporta a la comprensión y acción posterior.
El periodismo despertó y ha hecho notar que es imprescindible porque está haciendo lo que sabe: contar los hechos y explicarlos, para no tener que ver a través de los ojos de nadie.
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