El narrador, motivado por su pasado y seducido por el romanticismo que rodea la gesta del Granma, ese pequeño yate cargado con las esperanzas de libertad de todo un pueblo representado en 82 expedicionarios que pretendían liberar a Cuba de la dictadura de Batista, decide indagar en la historia de uno de ellos, César Gómez, que junto a Fidel Castro, el Che Guevara, Raúl Castro y otros tantos, iniciaría, con su desembarco en Las Coloradas el 2 de diciembre de 1956, la Revolución Cubana, devenida luego en una larga y despótica dictadura.
El encuentro sería en Colombia, país al que Gómez debió huir por haber sido acusado de traidor a esa Revolución que el mismo había ayudado a encender, en la que arriesgó la vida y por la que perdió años de su libertad – encarcelado por Batista -, por negarse a plegar a un ideario comunista que nunca fue razón de la lucha revolucionaria. Muchos de sus compañeros morirían o acabarían en prisión en manos del nuevo dictador, Fidel Castro, por haber “traicionado” a la Revolución.
Así, cuando el narrador se encuentra con Gómez, un lúcido hombre que bordea los 100 años, éste les espeta sin preámbulos “Quiero que usted sepa, en primer lugar, que yo soy un auténtico revolucionario, y soy además profundamente antiimperialista, liberal e independentista. Y debe saber usted también que yo jamás traicioné a mi país. Los verdaderos traidores fueron ellos, Fidel y los que se quedaron en el Gobierno luego de entregarse a los soviéticos. Ellos fueron los que nos engañaron a todos los cubanos”.
Es que, como afirmaba Russell, “si se quiere preservar libertades valiosas es necesario que exista gente dispuesta a criticar a la autoridad e incluso, si se da el caso, a desobedecerla”. Esa desobediencia entonces no es un acto de traición, sino una forma de afirmación de la razón decía Fromm.
Sin embargo, de la obediencia ciega siempre hay casos. En Ecuador vivimos una década en la que, a pesar del autoritarismo y del irrespeto a las libertades por parte del gobierno, siempre hubo quien lo justificara y defendiera. Aún hoy, cuando brota la corrupción por todas partes, hay gente que lo defiende, que lo llama la “década ganada”, y tacha de traidores a quienes lo cuestionan. Pero lo cierto es que los traidores son ellos, a su país y a sus principios – si alguna vez los tuvieron –, traidores a los derechos y libertades de sus compatriotas. Ojalá Moreno siga “traicionando” esa revolución y lleve al país por una senda diferente y que la carta blanca que se le dará con la consulta no sirva para traicionar nuevamente los principios de la democracia.
Así, lo que el narrador de Náufragos en tierra, la maravillosa novela de Oscar Vela nos descubre a través de la historia de César Gómez, es el naufragio de un país. No permitamos que Ecuador siga ese camino.
Columnista invitado