Milton Luna Tamayo
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Oye Pa, ¿Por qué te gusta tanto el cine?, pregunta Alejo a su padre, Rodrigo. Sabes hijo- responde Rodrigo- que se debe seguramente a dos influencias. La una, la de la escuela. Allá por los años 60 los curitas de nuestro centro de estudios, luego de la tradicional misa del domingo, nos llevaban al cine Fénix donde se exhibían películas para los niños y niñas de diferentes escuelas. Esto, recuerdo, nos gustaba mucho. Desde que empezó esta costumbre, la tortura de levantarse los domingos a misa, se transformó en felicidad por la expectativa de ir al Fénix.
La otra influencia fue sin duda fue la de mi padre – sigue Rodrigo-. A él le encantaba Cantinflas, cuyas películas nos hacía matar de la risa y también llorar. No nos perdíamos el estreno de una nueva película de este gran actor mexicano. En realidad, tal hecho era un acontecimiento en el Quito de esos años. Se hacían largas las colas, a veces de varias cuadras, para comprar el boleto y luego entrar a ese majestuoso recinto del cine Bolívar.
Pero estas buenas costumbres de la escuela y de mis padres – continúa Rodrigo- no solo influyeron en mi gusto por el cine, sino que reforzaron mi sensibilidad social. Digo reforzaron ya que el entorno de esos años, con la revolución cubana tan cerca, la figura del Che tan vigente, las grandes movilizaciones por la paz y contra la guerra de Vietnam, la profunda ruptura generacional de los jóvenes, los nuevos paradigmas de los hippies, el pelo largo, la minifalda y las grandes movilizaciones estudiantiles contra la dictadura militar o contra Velasco Ibarra, marcaron una conciencia no solo social sino política, en los jóvenes y en los escolares, más aún si vivías cerca a la insurgente Universidad Central.
En este ambiente Cantinflas influyó en muchas generaciones, desde los niños hasta los viejos, de México y de toda América Latina. Sus personajes, el cartero, el barrendero, el limpiabotas, el peluquero, el bombero, el cura, el profesor, el diplomático, el médico, y otros más, retratados en sus 55 películas, desde el humor, lanzaron severas críticas a la sociedad, a los ricos y a los gobiernos, pero también levantaron el orgullo, la dignidad de los pobres, la responsabilidad social de todos y motivaron la defensa irrestricta de las libertades.
Cantinflas tuvo tanto éxito y credibilidad porque además de haber sido un extraordinario actor no fue neutral. Tradujo y visibilizó en la pantalla grande la cultura popular desde una toma de posición a favor de los humildes, de la justicia social y de la democracia.
Hijo –concluye Rodrigo- Cantinflas está vigente en el humor y en la crítica al poder. En estos días que se cumple un aniversario de su nacimiento, cabe ponerlo de ejemplo para que la TV nacional aprenda de él y no nos condenen a ver programas “cómicos” de tan mala calidad.