Frente a la visita de los días 21-23 de marzo de 2016 que ha realizado el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a la Cuba totalitaria de los hermanos Castro, quienes ya cumplieron 57 años de gobierno, y sin que se haya registrado ninguna señal de destello democrático, cabe la pregunta más simple: ¿Alguna persona ha oído declaraciones que justifiquen dicho viaje? No.
En cambio, el mundo no ha sido informado del número de presos políticos o de las razones para impedir que cubanos aplaudan en las calles la presencia de dicho mandatario con su familia; de la existencia de Granma, el único periódico público o de una sola orientación de las emisoras de radio; de que ningún otro movimiento puede crearse aparte del Partido Comunista cubano con dominio legislativo; y, de que toda esa estructura política excluye cualquier manifestación opositora, hasta aquella que intenta salir los domingos como las Damas de blanco.
Más bien, la prensa libre ha informado de persecuciones en diciembre del 2015 y también de otras hace pocos días, en víspera de dicha visita, a la cual no concurrió a recibirle ningún alto ejecutivo cubano (únicamente estuvieron en el aeropuerto funcionarios de la Embajada).
Por eso, casi nada de positivo obtiene Estados Unidos de esta visita, si toda la estructura de poder comunista en Cuba sigue intacta, si no se ha dado importancia a criterios contrarios del millón y medio de ciudadanos que han migrado a EE.UU., ni de los millares que han dejado la isla en las últimas semanas del 2015 y lo siguen haciendo hasta hoy, si Fidel Castro -casi de 90 años de edad-, está seguro de que seguirá vigente dicha dictadura por un tiempo indeterminado.
Sin embargo, no hay forma de esconder la realidad económica con salarios de USD 30 al mes y de un pueblo empobrecido por ausencia de fuentes de trabajo con capitales para inversiones. Tanto que, a pesar de transcurrir cinco años para abrir negocios privados, no se encuentra espacio para que se expanda la libre competencia de mercado, lo cual demuestra que todavía está lejano el día en que termine el nefasto ensayo de la economía dirigida por el Estado desde 1960.
La revista National Geographic, en noviembre de 2012, al referirse a Cuba, afirmó que la isla estaba en manos de los nietos de la revolución, pero aclaró que solo sin los hermanos Castro puede darse un verdadero cambio, lo cual abría un escenario a la esperanza que el tiempo ha negado rotundamente, pues sigue incólume la estructura del poder que fue copiado de la Unión Soviética marxista-leninista-estalinista, cuyo régimen colapsó en 1990, pero que en Cuba continúa con esa política de antaño a cargo de aquella cerrada dinastía nada democrática.