La polarización política en Ecuador da un salto hacia el enfrentamiento. Hay una búsqueda de confrontación, ánimos caldeados, de parte y parte. Ya hubo golpizas y contusos. El Presidente la atiza con sus contramarchas, medir fuerzas e impedir que los oponentes puedan manifestar, privándoles del espacio para eso con su “somos más”. Cuando dejar que la contestación se exprese sería simple y no favorecería la confrontación.
Además, hay la construcción de razones para justificar el choque. Los unos acusan a los otros de golpistas, complotadores y de “a la venezolana” preparar un “golpe blando”; una visión paranoica que puede permitir mucho. Los contestatarios mentirían y defenderían la riqueza engañando al pueblo, una reacción conservadora. Los otros ven en el Gobierno simple apropiación de bienes, autoritarismo, arbitrariedad, engaño y abusos; no existiría un acto positivo gubernamental. Unos y otros han creado el simplismo del mal contra el bien.
En el mundo se da polarización política. Ahora, Venezuela la encarna en América. Desde hace años, los venezolanos pasaron al enfrentamiento con violencia. Alternan protesta virulenta, a veces con predisposición a expresar rechazo violentamente, y represión gubernamental que hace del contrincante un enemigo a quitarse del frente. Finalmente, la realidad social o económica no existe; en la cabeza gubernamental o de los oponentes no cuenta sino ponerle la zancadilla o paralizar al otro. Desde el golpe de Estado a Chávez, por una antidemocrática y reaccionaria oposición y sector pudiente, no existe en el lenguaje gubernamental sino “complot”, lo que justificaría ir más allá de la ley. Todo es complot en Venezuela, hasta la inflación de años sería estrategia desestabilizadora. Es la pelea pasional de disputas familiares o amorosas. Se pierde toda objetividad, cuenta privar al otro de razón y derecho a actuar. En cambio, cada cual se arroga el derecho de tener razón sin importar ya la realidad.
Ecuador al parecer acaba de dar acelerados pasos en ese sentido. Cada cual ve en el otro un ser abyecto, aunque se invoque el diálogo. Esta irresponsabilidad social destruye la convivencia. La característica ecuatoriana ha sido mantener la convivencia, a pesar de sus disputas regionales, sociales e inestabilidad. Es una riqueza y privilegio. La convivencia es el bien colectivo más preciado, más que cualquier diseño político.
¿Correa, atizando el enfrentamiento, busca justificaciones a su pérdida de aceptación? o ¿habituado al negro y blanco, a la confrontación, no sabe actuar de otro modo? ¿Busca una salida del sueño en que debe vivir y que ahora aterrizar le pesa?
El Gobierno cambió sus posiciones, otra vez ganó la protesta, también el Gobierno que aparece socialmente sensible. Podrá mejorar su propuesta y aprender a vivir con la contestación que es parte de sistema político y de la democracia.
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