Por definición, la investigación científica es la sistemática, la que se inicia con una hipótesis de trabajo sobre un tema tal, por lo general relevante, y de ahí va profundizándose y ampliando conforme los resultados son conocidos por la comunidad científica internacional la cual los juzga como aportaciones al conocimiento.
De ahí en adelante lo que fue apenas una trocha se constituye en un camino expedito que va de frontera en frontera: las fronteras de las ciencias. Son las grandes investigaciones científicas. Para que un artefacto construido en la tierra haya llegado a posarse en un cometa debieron transcurrir siglos en que se mantuvo el propósito de llegar primero a la Luna, luego a Marte y de ahí en adelante. Desde luego que el desarrollo de nuevas tecnologías corrió pareja con el de las matemáticas, la física y la astronomía, digamos. Son los conocimientos de punta, los que como arietes van derribando los obstáculos que supone llegar de una frontera a otra y a otra. Llegar a descifrar el genoma humano supuso una aventura científica bastante similar a la espacial. Está por verse hasta dónde llegarán las investigaciones sistemáticas que se realizan sobre las funciones de la corteza cerebral del hombre.
Tales investigaciones, a manera de ejemplos, son troncos robustos que apuntan a ir a más allá. De aquel tronco salen ramas de aplicación de los conocimientos adquiridos constituyéndose en otras fronteras de importancia indiscutible. Son las fronteras del conocimiento científico a las que podemos llegar.
De ahí que las investigaciones que se realizan en nuestro país en los más diversos campos, incluidas las matemáticas y la física, significan esfuerzos meritorios en el entendimiento que para llegar a fronteras de aplicación de los conocimientos es menester hallarse en posesión de lo que hasta aquí se sabe y para ello el investigador en formación tiene que estudiar sin descanso. No queda ahí el empeño. De retorno es menester contar con una institución que se constituya en su piso y en su techo. La dedicación a tiempo completo, y con el sueño tranquilo, cubierto su flanco familiar con lo necesario como para mantener su estatus social. Ni qué decir tiene que sin equipos y sin tecnólogos que sepan manejarlos, a punta de tiza y pizarrón se llega a poco.
Nuestro país cuenta con científicos, cuyas investigaciones sistemáticas son tenidas como aportaciones al conocimiento. No serán numerosos, pero los hay. Han hallado el espacio que les correspondía en aquellas politécnicas y universidades a las que el país debe situarles en el imaginario y la conciencia colectiva como lo más sobresaliente que hemos sido capaces de crear. Las fronteras del conocimiento científico ecuatoriano son de tal significación como para definirles a sus protagonistas como los mejores soldaditos de nuestra patria.
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