Aprender historia

Parte de lo que nos sucede es producto de la mala educación. ¿De qué valen los grandes edificios y pizarrones electrónicos si lo que la gente aprende le sirve poco, o le conduce a reproducir errores?

Uno de los signos del fracaso se expresa en la enseñanza de la historia. Desde hace décadas hemos memorizado fechas y nombres “relevantes” generando olvido colectivo y escasa capacidad crítica y creativa. Últimamente ha vuelto esta vieja práctica… se ha abusado de la figura fosilizada de Eloy Alfaro para adornar la imagen de los mandatarios del presente. Se ha deshistorizado la historia convirtiéndola en marketing.

No se enseñan ni analizan procesos, continuidades ni rupturas, estructuras económicas y mentales, fenómenos de corta, mediana y larga duración. No se enseña ni aprende esta historia en escuelas ni colegios; pero lo más grave es que no se aprende en las universidades. De allí que la mayoría de nuestros líderes, algunos con títulos de PhD de las “mejores universidades del mundo”, por obvias razones, sean analfabetos de nuestra historia.

Estos analfabetos mientras más emperifollados y más encumbrados en política, son más responsables, ya que de ellos, de su ignorancia y desconocimiento, dependen decisiones que afectan a miles o millones. Si hubieran sabido algo de historia, es probable, que no hubieran transitado por caminos fracasados.

Lo que este momento vive el Ecuador ya lo experimentó, una y otra vez, desde hace más de 200 años de vigencia del modelo primario exportador: primer boom cacaotero desde fines del siglo XVIII, segundo boom cacaotero desde fines del siglo XIX, boom bananero desde los años cincuenta del siglo XX, primer boom petrolero desde 1970, y segundo boom petrolero desde el 2007, con ciclos y procesos más o menos similares: altos precios internacionales para el producto, florecimiento de las exportaciones, abundante ingreso de divisas, riqueza, ampliación de importaciones, consumismo, expansión del aparato estatal (años 70 siglo XX), declive de precios internacionales, endeudamiento interno y externo, medidas de ajuste, profundización de la pobreza y desempleo, protesta social y represión extrema (masacre 15 noviembre 1922).

Los que mínimamente conocían la historia o los que por su edad recordaban lo vivido en la década de 1970, sabían que muchas de las condiciones y políticas de esos años eran muy similares a las tomadas en esta época. Sabían que con el derrumbe de los precios del petróleo se venía la crisis. Pero, los que dirigen el Estado creían triunfalistamente que la historia recién iniciaba con ellos, en el 2007. Repitieron errores, arrastrándonos a todos a la fosa.

La debacle sigue su curso… se viene la protesta. Quizá el poder actúe con sensatez y no desangre al pueblo. Urge investigar y aprender historia.

mluna@elcomercio.org

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