Así, no hay Papa que alcance

Hace pocas semanas, el presidente Correa declaró que lo peor de la crisis económica había pasado. Hace pocos días hizo una afirmación parecida sobre las protestas, cuyo detonante fue el envío de las llamadas leyes de herencias y de plusvalías a la Asamblea. Pero la crisis política no ha amainado y el telón de fondo es una economía con signos desalentadores. El estado de negación no sirve.
Si la economía venía mostrando ya una desa­celeración como consecuencia de la baja del precio del petróleo y la falta de competitividad de los productos no petroleros en el mercado mundial, el envío de los dos proyectos fue un nuevo frenazo. El sector de la construcción quizás no será el único afectado.

En el horizonte se ve la inauguración de las centrales hidroeléctricas para el 2016, pero los grandes planes petroleros, gasíferos y mineros -destinados a dar continuidad a la obra pública- no aparecen en carpeta, al menos en el mediano plazo. El Estado, gran actor de la economía, tiene menos recursos para invertir, incluso en un sector emblemático como el petrolero, y los socios se hacen esperar.

El cambio de matriz productiva tampoco es fácil de visualizar. Las mejoras en la red vial y en la conectividad, junto con los logros en educación y en salud, necesitan una continuidad que no puede asegurarse con una economía débil por el lado de la producción, con poca inversión y sin suficiente seguridad jurídica. ¿Había un peor momento para enviar una señal de desconfianza?

Bien o mal comunicada, la decisión de cambiar las reglas de juego sobre bienes y empresas que se heredan o se transan genera un temor natural, más aún cuando se lanzó en un contexto en el cual el Legislativo se volvió una caja de resonancia del Ejecutivo. No es raro entonces que los proyectos se hayan convertido en la ocasión para desempolvar el memorial de agravios de ocho años.

Está claro que la presencia del Papa no servirá, como suponían los estrategas de comunicación, para endulzar dos proyectos ideológicos que resultan inoportunos económica y políticamente. Tampoco será muy útil poner a los grandes empresarios como ejemplo de lo fructífero que está resultando un diálogo sacado de la manga para salvar las apariencias frente a las reacciones.

La gente sensata sabe que la salida no es interrumpir el mandato ni dar forma a los inventos calenturientos de una conspiración, pero eso no significa que las protestas cesarán. Los políticos serios saben que deben esperar al 2017, pero no por eso dejarán de canalizar, como es lógico, la inconformidad ciudadana.

Correa puede verse pronto atrapado en la inmovilidad que genera la lógica ataque-defensa, de la cual hay incontables ejemplos. También puede rectificar haciendo acopio de los valores católicos que dice profesar, aunque es más probable que elija no dar señales de ‘debilidad’. Pero la realidad política y económica es todavía mucho más tozuda que él.

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