La tensa tarde del jueves se planificó ex profeso, en medio de las fiestas de Quito. La revolución, no contenta con darle un golpe moral a estas fiestas, ahora se ampara en lo que queda de ella para votar por sus tesis políticas.
No pasaba nada si un tema trascendente como los cambios en la Constitución se abordaba en la Asamblea Nacional, el jueves 10 de diciembre, por ejemplo. Tampoco era una afrenta si las 16 enmiendas se trataban y votaban una por una y no en paquete, lo que degrada la práctica parlamentaria.
Los legisladores podrían haber tomado opciones y votar en conciencia, separadamente, en función de sus distintos criterios en cada caso individual.
Más allá de la política que comentamos día a día, los ecuatorianos han vuelto al debate desde hace algún tiempo el tema de los toros. Hace algunos años una consulta popular inconsulta sometió un derecho de libertad al manoseo de la demagogia.
Así, unas ciudades en el Ecuador votaron por que la fiesta brava continúe en su tradición y pureza con la muerte del toro en la plaza como culminación de las faenas (nunca como fin, sino como consecuencia).
En Quito, donde la feria taurina convocaba a miles de aficionados de todo el país y del exterior, la consulta inconsulta se perdió por un puñado de votos.
Para cumplir con ese mandato, el Cabildo selló el tema en una ordenanza que impide la muerte del toro en público. Sin embargo, la polémica no ha terminado. De cuando en cuando -más cuando se aceran las fiestas-, grupos antitaurinos, unos con argumentos respetables, y otros sin ellos y con violencia arremeten contra los aficionados taurinos y su libertad de elegir.
Esta vez han logrado introducir en una sesión del Concejo Municipal la discusión para buscar prohibir las corridas, algo que según algunos juristas contravendría la Constitución. Pero además no respeta la libertad de las personas.
Lo curioso es que un grupo de concejales de la fuerza que llevó a la Alcaldía a Mauricio Rodas se decanta por prohibir las corridas de toros. Parece increíble cuando miles de sus votantes los apoyaron, entre otras cosas, porque imaginaron que la libertad iluminaba sus tesis políticas.
El Alcalde ha eludido tocar el tema por que ya hubo una consulta. No va a las corridas, como sí lo hicieron en la historia de esta capital todos sus antecesores, salvo Augusto Barrera, que no compartía esa tradición.
Los argumentos antitaurinos, aceitados en Europa con millones de euros de movimientos verdes, no admiten que el toro de lidia, criado para el espectáculo en la amplitud del campo, desaparecería de la faz de la Tierra si no hubiese corridas. Olvidan que los toros mansos mueren en el camal sin misericordia y que los pollos se engordan hacinados para que los seres humanos los consumamos como alimentos. Lo peor es que más allá de manifestar su rechazo al que tienen derecho, agreden a los aficionados, los tildan de asesinos y usan la violencia para querer imponer su tesis.