El economista Alberto Dahik presentó en la Universidad de las Américas (UDLA) un análisis exhaustivo de los factores que determinan el precio internacional del crudo y una reflexión, igualmente rigurosa, sobre el manejo de la actual crisis económica.
Por razones económicas y geopolíticas -que Dahik explica con detalle en su ensayo- es improbable que el petróleo vuelva a los precios récord de años anteriores.
La caída del petróleo es, por tanto, un fenómeno permanente y definitivo, concluye el ex Vicepresidente de la República.
Sin embargo, el Gobierno Nacional está tratando a la caída del crudo como si fuese un problema temporal: con salvaguardias de 18 meses de duración que castigarán al sector que más necesitamos impulsar ahora, el exportador -porque no puede subir el precio de sus productos finales para defenderse del encarecimiento de sus insumos importados- y que protegerán excesivamente a un grupo de productores locales, afectando el bienestar de los consumidores ecuatorianos, explica Dahik.
Para atacar la caída definitiva del petróleo, Dahik propone la adopción de lo que él ha bautizado como “timbre cambiario”, que no es otra cosa que un mecanismo para encarecer los dólares que se usan para importar.
Funcionaría de esta manera: Antes de importar, las empresas tendrían que comprar un ‘timbre’. El precio de ese ‘timbre’ se fijaría mediante una subasta en la cual todos los agentes económicos -públicos y privados- participarían en igualdad de condiciones. El sistema financiero manejaría aquel mecanismo.
Supongamos que al final de una subasta el precio del ‘timbre’ cierra en 5 dólares y que ese ‘timbre’ le da a su dueño -al ganador de la subasta- la posibilidad de importar 50 dólares. La mercadería traída del exterior, le costaría al importador 55 dólares, es decir un 10% más, por el costo del ‘timbre’.
Ese porcentaje adicional provocaría el mismo efecto que una devaluación -las devaluaciones encarecen las importaciones- sin necesidad de tener moneda propia; es decir, sin necesidad de abandonar la dolarización.
A diferencia del arancel -cuyo nivel es fijo y es definido unilateralmente por un burócrata- el costo del ‘timbre’ caería paulatinamente, hasta llegar a cero, a medida que los lotes de dólares que se subasten sean más grandes. (Los lotes subastados crecerán a medida que se recupere la reserva monetaria).
El ‘timbre’ eliminaría la necesidad de imponer restricciones a las importaciones. El mercado, mediante la subasta, encontraría, de forma natural, los productos que deberían ser traídos prioritariamente del exterior.
A diferencia del arancel, el dinero levantado por el ‘timbre’ no se entregaría al Fisco, sino a los exportadores, a medida que ellos vayan cerrando sus ventas.
@GFMABest