Ojos rasgados

Hace pocos días, el presidente de China, Xi Jinping, estuvo de gira por América Latina. Esta semana lo hace el primer ministro del Japón, Shinzo Abe. No era usual que estos dos gigantes le dedicaran tan alta prioridad a una región que, hasta hace muy poco, les parecía remota y extraña.

Para entender ese cambio hay que ir mucho más allá de la ineludible competencia comercial que existe entre las superpotencias. Tampoco se explica, simplemente, por el voraz apetito que les generan, a ambos países, nuestros recursos naturales.

La cultura popular latinoamericana denomina ‘chino’ a todo aquel que tenga los ojos rasgados. Pero esa simpática aserción esconde la realidad : Japón y China son diametralmente opuestos en sus instituciones y en la geopolítica.

China ha desatado un feroz esfuerzo diplomático y militar para convertirse en un poder hegemónico en el Pacífico asiático, una zona que considera su patio trasero. Su expansionismo territorial y marítimo es una amenaza a la paz mundial. China ha provocado una carrera armamentista en su intento de construir una Armada de Siete Mares, al estilo de los grandes imperios. Esto ha llevado, con toda la razón, a que sus vecinos tengan que asumir una actitud más afirmativa en el frente militar. El primer ministro Abe, de hecho, ha cambiado la doctrina estratégica japonesa de la posguerra –esencialmente pacifista– para permitir una posición activa que garantice una defensa más eficaz de su país y un impacto disuasivo sobre China y Corea del Norte.

Por más que el Presidente de China intente convencernos de que su recorrido por América Latina no tenía contenidos geopolíticos, hay que ser muy ingenuos para creer el cuento. No en vano sus otros destinos, después de Brasil, tienen el indeleble sello de una advertencia. Cuando Jinping escoge a Cuba, Venezuela y Argentina, está diciendo que sus compinches preferidos son, precisamente, quienes no creen en la economía de mercado y tienen regímenes autoritarios o dictatoriales. Está en su salsa. El Estado chino no se caracteriza precisamente por su respeto a la libertad económica o por sus prácticas democráticas.

También el recorrido mandó un evidente mensaje al Tío Sam. Hagámonos pasito, porque yo también tengo con qué crearle problemas en su vecindario. Las disputas crecientes, por ciertos comportamientos de China, han elevado la tensión con los EE.UU. Su alianza con Putin, el apoyo al Estado paria de Corea del Norte, las ventas de armas y equipos a Irán, la piratería cibernética... Allí se están cociendo conflictos potenciales que no nos pueden ser indiferentes.

Las comparaciones son odiosas, pero inevitables. El ministro Abe, durante esta visita a América Latina, irá a Brasil, que tiene una gran colonia nipona; ya pasó por México; va a encontrarse con el Caricom, en Trinidad; viene a Colombia y luego a Chile. La lectura simbólica de ese itinerario es muy diferente al rastro que dejó Xi Jinping.

Gabriel Silva Luján / El Tiempo, Colombia, GDA

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