La Federación Ecuatoriana de Fútbol atraviesa en estos meses una borrasca que amenaza convertirse en un peligroso huracán. La crisis económica de los equipos profesionales (de la mayoría de ellos), solo se ahonda con el tiempo y no se ve en el horizonte una posible solución que permita encauzar las aguas hacia la estabilidad patrimonial de sus clubes.
Mientras tanto, bajo el paraguas de la poderosa FIFA, la FEF intenta guarecerse del temporal entregando anticipos por aquí y retrasando los pagos por allá, extendiendo plazos de cumplimiento de obligaciones a unos y dilatando las cobranzas de otros, organizando viajes y preparando festivas comitivas de acompañamiento a la Selección, y ante el requerimiento público de cuentas detalladas y soportes de gastos, develando varias cortinas de humo para desviar la atención de los problemas de fondo: contraatacando y amenazando, abriendo expedientes e iniciando procesos legales multitudinarios.
Igual que sucede en el ámbito político, los funcionarios y representantes de entidades con personería jurídica propia deben saber diferenciar sus cuestiones personales de los asuntos inherentes al cargo que ostentan. Esto, por supuesto no es fácil, pues, encumbrados en el poder, los seres humanos suelen sufrir una lamentable transformación que los lleva a creer que su ser se ha fusionado físicamente con la entidad a la que representan. La historia de la humanidad tiene infinidad de ejemplos de gobernantes y funcionarios públicos y privados que pensaron (y siguen pensando) que ellos en sí mismos son su país, su institución o su empresa.En la FEF está sucediendo lo mismo, pues mientras la entidad se ve acosada por la crisis más profunda de la historia del fútbol ecuatoriano, con problemas gravísimos de equipos que no pueden pagar sus deudas y dramas familiares de jugadores que no logran cumplir sus necesidades básicas y las de sus familias, el hombre que representa a la institución se abre frentes por disputas personales con directivos, personajes y también con gente ajena al mundo del fútbol. Y lo que es peor aún, no lo hace con sus propios recursos, sino con los de la entidad y los miembros que la conforman.Así entonces, la FEF, por disposición del hombre y sus organismos de administración, en lugar de concentrarse en un tema tan complejo como la quiebra inminente de varios equipos y la falta de pago a los jugadores profesionales, se involucra en procesos legales de índole privada y personalísima de quien supuestamente recibió injurias a través de medios de comunicación y de las redes sociales.
Las presuntas injurias recibidas por el hombre no pueden ser endosadas alegremente a la FEF, que ahora se convertirá, con los recursos de sus propios miembros, en su gran inquisidor.