Mirando a otra parte. Distraídos. Así pasamos, de una distracción a otra, de una noticia que dura lo que dura un pufo. La ridícula infografía de los supuestos miembros de la CIA mantuvo distraídos a los periodistas durante casi una semana: debates y entrevistas aún sabiendo lo absurdo de las acusaciones. Menos mal existe el humor, como antídoto a las infamias. La distracción dura, por lo general, semana y media. Y luego, a la mínima declaración oficial, pasamos a otra cosa que nos distraiga más, que aleje nuestra mirada de la realidad del país.
Distraídos con el fútbol. Distraídos con la noticia de que los ecuatorianos consumen más gaseosas que leche. Distraídos ahora con los perros que quieren matar. Todo el mundo hablando de eso. Una semana entera dedicada a los derechos de los animales y a la saña del maléfico alcalde que ha lanzado un globo de ensayo para ver qué dice la opinión pública. Y ahora se escribe sobre los perros callejeros en Quito, en Guayaquil, en Pedernales, hasta que se agote el tema.
Así, de brinco en brinco, de sobresalto en sobresalto, de un susto a otro, pasamos los ecuatorianos. La prensa, que poco o nada investiga, se ha vuelto eco de cualquier insensatez y la replica, discute, comenta y sazona, una y otra vez, sin distinguir lo importante.
Que si un día la presidenta de la Asamblea se equivoca y se dice a si misma Presidenta de la República, que si otro día el Canciller comenta lo felices que viven los venezolanos, que si el señor Elhers medita y come frutas.
Desde hace años que la prensa ya no tiene agenda propia. La agenda la marca el poder, con sus directores de orquesta y publicistas. Ellos marcan los pasos, dan las pautas, hacen hablar a los medios que, como el famoso ventrílocuo Don Betuto, hace noticia de las palabras y de los discursos, de las declaraciones.
La prensa se ha vuelto eco de palabras vacías y, para cualquier tema, requiere de la fuente oficial, esa que, por supuesto, siempre tendrá la razón.
Ya no se escriben historias. Ni siquiera se sigue alguna. Poco se investiga. Poco se destapa. Distraídos es como mejor estamos los ecuatorianos. O nos distrae el fútbol, o nos distraen las noticias, la farándula y los ‘reality shows’. O nos distrae la droga que ahora la consumen desde los niños que hacen la primera comunión. Distraídos, nos olvidamos de investigar, de corroborar datos, nos olvidamos de los problemas cotidianos de la gente, de sus historias, de sus derechos, de sus demandas, de sus logros, de sus esperanzas, de sus tristezas. Si matar al mensajero ha sido la consigna del poder, casi lo ha logrado: es más culpable quien denuncia, investiga, destapa, critica y opina, que quien ha cometido un delito o un atropello.
Distraídos. Pendientes del twitazo final, de la declaración superflua, del sinsentido.
maguirre@elcomercio.org