La crisis

Los que salen ganando de esta “crisis” son los detractores del proceso. Las FARC son las mayores perdedoras; hay más gente dispuesta a creerle a la institucionalidad que a ellas.

El secuestro del general Rubén Darío Alzate por el frente ‘Iván Ríos’, que opera en las selvas del Chocó, provocó la primera, deseada y temida crisis del proceso de paz de La Habana.

Esperada y deseada por sus detractores, que pueden seguir hablando del fracaso del modelo, era la crisis quizá temida por el Presidente de la República y los colombianos que le apostamos a esta difícil solución negociada.

Las circunstancias de “la retención” (eufemismo con que las FARC encubren este crimen de guerra) fueron en principio confusas. Lo siguen siendo. ¿Qué hacía de paisano en la selva, sin su esquema de seguridad, un general de la República? ¿Cuál misión iba a cumplir en ese desolado nudo de ríos, caños y selva un militar de alta graduación comprometido en obras sociales en aquel departamento? ¿Fue una retención casual o una trampa inconcebible en un soldado de la contrainsurgencia? Las versiones del secuestro se volvieron más confusas aún por haber sido reveladas como primicia insidiosa por el senador Uribe Vélez, mientras eran increíblemente desconocidas o estratégicamente silenciadas por el Ministro de Defensa y el presidente Santos.

Quedaba de nuevo claro que el expresidente sigue teniendo su Garganta Profunda en los altos mandos militares o en organismos de seguridad del Estado. Y aunque en apariencia no haya delito en el hecho de recibir y publicar informaciones, deben existir en lo que atañe a la seguridad del Estado y quienes ejercieron el cargo de mayor responsabilidad de la nación.

La torpeza de las FARC no pudo ser más grande, ni tan inoportuno y delirante el comunicado con el que confirmaron el secuestro: añade más indignación entre los colombianos, que sienten crecer su escepticismo frente al modelo de negociación en medio del conflicto y rearma con artillería pesada a quienes se oponen, sin que les sobren temores, a un proceso que ha avanzado más que lo que avanzaron los anteriores.

El comunicado militante que confirma el secuestro olvida que las FARC no están negociando ante la inminencia de una victoria, sino de un inmenso fracaso político: no solo no fue posible la toma del poder por las armas; tampoco pudieron blindarse contra el envilecimiento de sus métodos ni contra la violación de derechos humanos y Derecho Internacional Humanitario. Si están en la mesa de negociaciones es porque tampoco el Estado pudo derrotarlos militarmente, ni blindarse contra la perversión de los métodos empleados en la guerra.

Lo que la sociedad colombiana y la comunidad internacional están pidiendo ahora no es solo la liberación del general Alzate y sus acompañantes, sino la de los militares y civiles en poder de la guerrilla. Esta exigencia pone en un aprieto al Presidente y sus negociadores: los diálogos no podrán retomarse olvidando este episodio.

El Tiempo, Colombia,GDA

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