Los últimos ocho meses

Solo faltan ocho meses para que concluya el ciclo forzado de diez años de correísmo, y se anuncian problemas muy graves que se revelan con desesperación, tales como la concesión de la hidroeléctrica Sopladora o la creación de una sociedad estratégica basada en la Corporación Nacional de Telecomunicaciones; y lo hacen con la finalidad de que ingresen capitales de Empresas domiciliadas en París y en Madrid, a través de la visita de Rafael Poveda, Ministro Coordinador de sectores estratégicos a las capitales de Francia y de España.

También se encuentra en el segundo lugar la venta del Banco del Pacífico, y le siguen las subastas de las importantes, a la vez que populares estaciones televisivas como Gamavisión y TC; y del magnífico negocio de la línea aérea nacional TAME. Estos sectores claves de la economía estatal evidencian crisis en gravedad extrema, y a la vez alertan a los postulantes a ocupar la Presidencia de la República, que se encontrarán maniatados en sus derechos a negociar estas inversiones claves de la economía ecuatoriana, cuando en mayo del 2017 asuman el máximo poder político con un pueblo ávido de fuentes de trabajo inexistentes por la ausencia de inversiones de capitales privados de procedencia externa.

Por lo analizado, muchos sectores de opinión pública ubican a estos diez años como la década perdida que despilfarró ingresos cuantiosos, que nunca los tuvo anteriormente gobierno alguno. Completa el panorama de la escasez, una noticia imposible de ser asimilada con tranquilidad y serenidad, la necesidad de un crédito de setenta millones de dólares para el IESS, entidad hasta hoy considerada como la más solvente para manejar los aportes de todo un pueblo, y pagar pensiones de jubilación para quienes aportaron fondos en su etapa productiva y exhiben ese derecho para acercarse a una vida digna.

Estos signos de empobrecimiento fiscal demuestran, una vez más, que ha existido inexperiencia en los ejecutores de la administración pública, quienes al concluir este largo período, casi triplicado de los cuatro años clásicos de toda nuestra vida republicana, y en los cuales a mitad de período, se renovaba a los integrantes de la Cámara de diputados, cuando existía también un ente representativo superior a dicha representación llamada Cámara de senadores, elegidos para cuatro años de mandato. Hoy, para dar la noción de cobertura única; así como de fidelidad al Presidente de la República, ha existido una Asamblea Nacional de larga duración por cinco años, y con más de cien curules muy cercanas al gobierno, que anulan a treinta y cuatro opositores de otros movimientos y/o partidos. Por fin, hay la esperanza que en febrero del 2017, junto a un nuevo Presidente concluya dicha hegemonía que ha sido sometida al poder absoluto presidencial, y retorne una plena democracia.

mortiz@elcomercio.org

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