Los eminentes pensadores del correísmo que se niegan a aceptar el principio de la división de poderes porque es una antigualla, y plantean “no” en la consulta popular, están en lo correcto. En el siglo XXI ya no se aplican las ideas trasnochadas del tal Montes Kié, un estilista extranjero contratado para combatir a la revolución ciudadana.
La sabiduría de Correa, el amado líder, ha establecido que el poder es uno solo e indivisible. Lo que existen son funciones del estado a cargo de personas de la misma clientela política y por eso deben estar dirigidas por el caudillo que lo ve todo claro.
Solo las mentes podridas de los escribanos de la prensa corrupta, los izquierdistas infantiles, los atrasados dirigentes obreros, los indios ambiciosos que no entienden lo que el correísmo ha hecho por ellos, los jubilados seniles, la gente de a pie que no sabe nada de nada, pueden sostener que la majestad del caudillo debía acatar lo que dice un estilista extranjero.
Parece que a todos engañó este Montes Kié. Todo el mundo aceptó su maliciosa teoría de que un gobierno democrático no puede ser ejercido por una sola persona, sino que deben haber varias instancias de autoridad con sus atribuciones propias y son independientes entre sí. Esta barbaridad se ha repetido como el evangelio, pero no es verdad.
Era necesario que llegara al poder el más notable ideólogo de América, para que hiciéramos las correcciones necesarias en nuestra Constitución, que felizmente tramitaron leales miembros de su clientela, entre ellos, varias sumisas pensadoras que saben que su obligación es acatar cuanto su jefe dice y defenderlo ante la ignorancia y la mala fe del resto.
Esta doctrina filosófica del poder único, enunciada por el ideólogo revolucionario más lúcido del continente, funciona en la práctica. Él mismo la aplicó por diez años en el Ecuador.
Así, al caos y la corrupción del pasado, sucedió la armonía. Así las cosas marchaban bien. Un grupo selecto pensaba.
El líder decidía. Y todo el resto hacía lo que le decían porque es por el bien de la patria. Y si alguien discrepaba le tiraban encima la caballada.
¿Para qué se necesita división de poderes y funciones si con un solo cerebro las cosas pueden marchar muy bien?
Así no se necesita control ni fiscalización porque la corrupción desapareció totalmente del régimen correísta.
Con la revolución ya este Montes Kié y sus trasnochadas ideas palmaron. Hay que votar “no” en la consulta popular. Así sea.
Posdata: En Internet me fijo que Montesquieu no ha sido “estilista” sino un “estadista” francés que ya ha estado muerto.
Además ha sido un barón. ¿O sería varón? ¡Pero como me voy a dar cuenta si las palabras son bien parecidas!
Además, estilistas y estadistas hacen más o menos lo mismo.
Eso me pasa por borrego, ¿O será “por inocente”?
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