La consulta popular es un extraño milagro. Todos los sectores organizados de la sociedad y todos los partidos y movimientos parecen apoyar las siete preguntas. Los únicos que se oponen a las preguntas más importantes, no son sujeto político y no podrán hacer campaña en los medios. En estas condiciones, el apoyo a la consulta debería rondar el 90%, pero solo está entre 60 y 70% y con tendencia a la baja, según las encuestas. Las mismas encuestas revelan una explicación posible: poco más del 50% de los encuestados dicen creer al dueño de la consulta. La aparente victoria política del gobierno se resbala porque el apoyo económico es inestable.
El diálogo ha funcionado como un calmante social de alta concentración y eficacia, pero como todo calmante es temporal y va perdiendo eficacia; el cuerpo social empieza a despertar y el gobierno no le podrá adormecer con cuentos infantiles y tampoco tiene dosis adicionales de calmante. Los fáciles triunfos políticos se desvanecerán con la consulta y hasta un poco antes de ella, como anuncian las encuestas, y luego se verá la fea máscara de la crisis económica.
Los economistas se dividen en dos grupos: los gobiernistas que pronostican recuperación y crecimiento basándose en los índices que ellos mismos fabrican; y los que pronostican desastres porque saben que la única verdad es la realidad, como decía Perón. Es difícil entender por qué están en el gobierno los economistas complacientes que quieren hacer creer que la crisis no existe y lejos del gobierno los economistas que conocen la enfermedad y sus remedios.
Debe ser porque los buenos economistas, los que no tratan al paciente como si fuera un papanatas, quieren que el pueblo entienda el problema y dan explicaciones simples. Uno de estos economistas decía que la situación del país es grave porque está en deflación. Que se reduce el consumo y los productores se ven obligados a reducir los precios y, en algunos casos, por debajo del precio de costo. El resultado es que no pueden pagar sus créditos a la banca y reducen trabajadores o cierran el negocio. El remedio sería reducir el gasto público y bajar las tasas de interés.
Pero los economistas del “no pasa nada” creen que hay que aumentar el gasto público para tapar la crisis y que el remedio es más deuda. Siempre podrán conseguir quien invierta en bonos del Estado porque pagan 9%, mientras en Estados Unidos o Europa la tasa de interés es cero. Además, el dinero que invierten es dinero ajeno.
Mientras sigan en el gobierno los economistas del “no pasa nada”, será imposible un cambio de modelo económico; seguirán fomentando el gasto público, acumulando deuda externa y ofreciendo bonitas cifras. No tendremos jamás un país de emprendedores sino una nación de burócratas. Seguiremos caminando a ciegas, como si no tuviéramos ojos para ver lo que ha pasado en Venezuela.
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